martes, 22 de abril de 2003

México y la expansión del Imperio

Eliseo Rabadán
El Catoblepas, número 14,
abril 2003, página 24.

Sobre el libro de John Saxe-Fernández, La compra-venta de México (una interpretación histórica y estratégica de las relaciones México-Estados Unidos), Plaza & Janés, México 2002, 600 págs.

La editorial Plaza & Janés México ha publicado en septiembre de 2002 el libro del catedrático de la UNAM (México), John Saxe-Fernández: La compra-venta de México (una interpretación histórica y estratégica de las relaciones México-Estados Unidos).

John Saxe es investigador y profesor de la UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Autor de libros como El mundo actual (1999, con Pablo González Casanova), Globalización, imperialismo y clase (2001, con James Petras), Globalización del terror y amenaza bioterrorista (2001, con Gian Carlo Delgado), coautor y compilador de Globalización: crítica a un paradigma (Plaza & Janés/UNAM 1999).
La compra-venta de México es un libro que ayuda a comprender mejor muchos de los hilos de las relaciones políticas internacionales, desde la perspectiva de la globalización, porque la aguda crítica de John Saxe-Fernández analiza, con la finura de un cirujano, las estrategias de los Estados Unidos en los ámbitos de política, militar, económicos, en tanto Estado empeñado en consolidar la hegemonía a nivel mundial (global).

Se aportan datos empíricos que muestran la creciente (casi podemos decir, con Saxe, acuciante) dependencia de las potencias económicas de Europa, Japón y Norteamérica, de los recursos minerales, en especial de hidrocarburos, hecho que está llevando a las naciones más ricas a nuevas estrategias que llevarían en sí mismas el germen de posibles enfrentamientos más o menos «graves».

Por otra parte, se muestra el proceso que ha llevado a México a la situación de una auténtica «venta», que John Saxe documenta históricamente de manera que compara la reciente privatización de empresas clave para la soberanía de México, como Ferrocarriles Nacionales de México, Teléfonos de México y el proceso de privatización de Petróleos Mexicanos con la «compra» de Louisiana o Alaska. Se insiste en algo que no es común ver en ensayos de este tipo. Nos referimos a una persistente manipulación de los «pactos» y tratados entre México y los Estados Unidos, en el sentido de que los medios de comunicación siempre «informan» u ocultan detalles esenciales cuando los políticos promotores y gestores de Tratados –concretamente se centra Saxe en el llamado NAFTA (siglas en inglés de North American Free Trade Agreement) o Tratado de Libre Comercio de Norte América, TLCNA)– saben que la mayoría de los electores se oponen a los mismos. Como sabemos, esto es «normal» en el modelo de democracias que se rigen por lo que Chomsky y Hermann han definido como «el modelo de propaganda»
La posición que toma John Saxe en este libro, cuyas 600 páginas debieran ser estudiadas por toda persona que pretenda tener un conocimiento realmente serio de la realidad de la política para Iberoamérica de los Estados Unidos para el presente y al menos, creemos, los próximos diez años, es una postura que a muchos podrá parecer, acaso, la de un «nostálgico» de la soberanía de los estados-nación en un mundo en el que el capitalismo de la era global ha desbordado esos moldes ya anticuados y obsoletos; pero no se trata de eso, a mi juicio, pues caeríamos en el simplismo fácil. La postura de Saxe, creemos podemos intentar sintetizarla –cosa complicada en el espacio de una reseña, pues el material crítico del libro necesitaría mucho más que lo que esta brevísima reseña pretende, que no es otra cosa que presentar a los lectores de El Catoblepas este libro y animar a su lectura– citando alguno de sus párrafos; así en la Introducción:

«Para algún observador de la historia mexicana desde, digamos, el año 2010 resultará paradójico que mientras Salinas de Gortari y sus sucesores se afanaron en atar al país a los intereses empresariales y geopolíticos estadounidenses y a favor de una plutocracia criolla con una alta tendencia a la depredación, todo en nombre de la «globalización» o «las libres fuerzas del mercado»,en el contexto internacional aumentaban las contradicciones intercapitalistas y, por ende, las oportunidades y los espacios para una mejor proyección de los intereses públicos nacionales del país.»

John Saxe defiende la tesis de que no hay base para aceptar que el Estado ha perdido importancia, ni en el centro ni en la periferia. Tesis que expone con estas palabras el investigador mexicano:

«No hay base para suponer la disolución de lo estatal en lo mercantil-global. La inducción de los procesos de privatización no se deriva de una abstracta «globalización», sino que se gesta alrededor de coaliciones clientelares en cuya conformación y consolidación la acción de organismos como el BM [Banco Mundial] y el FMI [Fondo Monetario Internacional] ha sido decisiva.»

Se analiza en La compra-venta de México el impacto de las estrategias de lo que los economistas han llamado técnicamente New Economic Model. Un «Nuevo Modelo Económico» que en el Norte de México sobre todo ha llevado a los mexicanos «expulsados del país por un esquema económico incapaz de generar empleo», según demuestra Saxe y es un fenómeno muy bien conocido, a soportar y sufrir las consecuencias del «proteccionismo laboral estadounidense (...) de impacto directo concretado en leyes antiinmigrantes con un fuerte contenido xenofóbico, racista y persecutorio, y en la construcción de bardas metálicas (verdaderos nuevos muros de Berlín) así como en una extendida militarización de la frontera».

Saxe defiende la lucha política mediante un proceso que incluya el acceso al poder político (vía elecciones) de grupos que traten de frenar el proceso actual que, según defiende, se ha incrementado desde el 11 de Septiembre de 2001. El hecho es que la actual Teoría de la Seguridad Nacional que los Estados Unidos están implementando incluye el objetivo de ampliar el área de defensa militar que ya incluye a Canadá y México a todo el Continente Americano, y en el terreno diplomático se trabaja «a marchas forzadas» desde Washington por consolidar el llamado Plan Puebla Panamá y desde éste, y a partir del ya en marcha desde el año 1994 TLCNA (NAFTA), imponer el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). En palabras de nuestro autor:

«En sentido estricto, el TLCNA en realidad nunca fue negociado por el gobierno mexicano, de ahí que su ampliación al resto de América Latina fuera lanzada como instrumento vital para que Washington contara (palabras textuales de George Bush) «con un hemisferio verticalmente integrado como polo de prosperidad y democracia para enfrentar a Europa y Asia». Tal programa fue adoptado y rebautizado por Clinton bajo la rúbrica del ALCA como la pieza central de su geopolítica y geoeconomía hemisféricas, insistiendo en formalizar la asimetría formalizada en el TLCNA como «modelo» para el resto de América Latina, una insistencia comprensible si se tiene presente que durante la negociación del Tratado el gobierno de Salinas de Gortari se limitó, con entusiasta irresponsabilidad e irreflexión, a aceptar los parámetros centrales planteados por Estados Unidos.»

Pensamos que este libro puede ser de utilidad para establecer propuestas sobre las estrategias que España tiene a su alcance en el contexto de la actual relación de fuerzas políticas, en cuanto miembro de una Unión Europea que ha mostrado ser un conjunto de estados que siguen siendo por encima de todo Estados antes que partes de un todo (la UE) que no es un «cuerpo político», sino un conjunto de «cuerpos políticos» (Estados) que luchan por la sobrevivencia en una biocenosis (en el sentido de Bueno), para la que debiera, España, aprovechar todo recurso considerado importante en esa «lucha», y a mi juicio, el libro de John Saxe es un instrumento valioso para colaborar en la organización de esas estrategias imprescindibles en este presente político tan cambiante y complejo.

jueves, 17 de abril de 2003

Irak y la pax americana

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 17 de abril de 2003.

Exceptuando algunos círculos intelectuales fuertemente impactados por la idea de que ya habíamos arribado a la época en que el fenómeno imperialista había quedado atrás y nos adentrábamos en una suerte de "globalidad posmoderna", hoy a pocos sorprende que la guerra de conquista, ocupación y reconstrucción de Irak siga la pauta colonial-imperial de la pax americana, centrada en los intereses cortoplacistas de algunas grandes corporaciones de la potencia norteña políticamente vinculadas a la Casa Blanca.

Hace pocos años, cuando organizaba un seminario internacional en la Universidad Nacional Autónoma de México, se me aconsejaba no usar la palabra "imperialismo" en la convocatoria, porque después de la caída del muro de Berlín -me decía un colega italiano- eso "...olía a leninismo, algo mal visto por la intelectualidad progresista de Europa". Y es que, independientemente de las fantasías globalistas de las clases medias metropolitanas (asimiladas y repetidas por loritos locales siempre dispuestos a encabezar las modas de turno), el fenómeno de la internacionalización económica, caracterizada por el crecimiento de los flujos de mercancías, capital y tecnología observados durante las últimas décadas, en ningún momento dejó de ocurrir en contextos de relaciones imperialistas, es decir, de entramados de poder leoninos y asimétricos, signados por la explotación de la periferia capitalista, tal como han quedado formalizados, por ejemplo, en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Se nos ha dicho que la brutal y genocida guerra de autodefensa anticipatoria contra Irak la realizó el gobierno de Bush "por razones de seguridad nacional". Y la evidencia muestra de manera contundente que así es, siempre y cuando se tenga presente, como irónicamente expresara Markus Raskin, estudioso de la política estadunidense que integró el Consejo de Seguridad Nacional en tiempos de Kennedy: "...la seguridad nacional es un negocio; los negocios son la seguridad nacional", definición signada por la ironía no menos que por la observación objetiva de los fenómenos alrededor de la simbiosis Estado-empresa.

El tráfico de influencias y la corrupción llegan rápidamente al descaro e impunidad en el programa de reconstrucción de Irak, elaborado desde hace meses alrededor de los intereses empresariales del primer círculo de socios políticos del gobierno de Bush. Es una camarilla que se lanza sobre erogaciones públicas, conservadoramente estimadas en 100 mil millones de dólares durante los próximos tres años, y que además contempla la explotación de las enormes reservas petroleras de Irak. El gobierno de ocupación militar que ha considerado Bush sigue la pauta de la pax británica. Desde la perspectiva del nacionalismo iraquí esto significa una regresión histórica de enorme magnitud. Recuérdese que Irak surge como Estado nacional después de la Primera Guerra Mundial, resultado del desmembramiento del imperio otomano y que logra su independencia en 1932. A pesar de que fue el primer país árabe que se liberó del sistema colonial, se trata, sin embargo, de una "independencia" de soberanía limitada por los compromisos con Londres, que mantenía prerrogativas como el derecho de mantener tropas en todo el territorio iraquí, así como el control de la hacienda pública y de los vastos yacimientos petroleros.

El esquema de Bush sigue este diseño colonial-imperial. El Pentágono ya elabora presupuestos para establecer bases militares y el despliegue de tropas en puntos clave del territorio para "asegurar" los pozos e instalaciones petroleras de Irak. El FMI y el Banco Mundial, instrumentos claves de proyección de poder de la presidencia imperial, están listos para manejar y encauzar la "hacienda pública" de lo que sólo puede calificarse como protectorado, mientras el control metropolitano del petróleo es impulsado mediante un esquema en el cual el Estado iraquí pierde el manejo directo de su principal eje de acumulación, mismo que pasa a manos de empresas extranjeras que se hacen cargo de los campos petroleros. Se trata de entes entre los que sobresalen Exxon-Mobil, Texaco-Chevron y otros dedicados al negocio de la contrucción y a ofrecer servicios en el ramo petrolero encabezados por Haliburton y Bechtel.

En efecto, una de las primeras misiones del general y hombre de negocios Jay Garner -nombrado por el Gran Elector George Bush, como gobernador de facto de 23 millones de iraquíes- se encamina, según explicó recientemente Ariel Cohen, analista de la derechista Fundación Heritage, a "introducir el capitalismo en remplazo del sistema socialista de control centralizado que existe en Irak desde la década de 1960" (sic) (Fortune, 31/3/03).

En fin, la ocupación colonial de Bush y su protectorado, que ya genera amplio rechazo popular en Irak, Medio Oriente y en el mundo entero, es un riesgoso ataque al Islam y al nacionalismo árabe e iraquí.

jueves, 3 de abril de 2003

Washington: hecatombe humana y blowback

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 3 de abril de 2003.

Las más recientes informaciones e imágenes transmitidas sobre la guerra de conquista de Bush contra la población iraquí (cruel operación en pos de su vasto patrimonio petrolero) han conmovido a la opinión pública mundial, causando una mezcla de indignación, consternación e ira ante el espectáculo dantesco: miles de civiles inocentes muertos y heridos; niños y niñas mutilados; padres y madres desesperados, tratando de identificar a los suyos en los depósitos de cadáveres despedazados y brutalizados por los genocidas ataques aéreos. Las cadenas televisivas que no se han sometido a la censura del Pentágono están mostrando al mundo un infierno, cuyas puertas abrió irresponsablemente este "presidente" empeñado en ingresar, junto con su primer círculo de colaboradores, al nicho reservado por los tribunales de Nuremberg a quienes han desolado a la humanidad. Si las consecuencias humanas de una masacre como la que presenciamos, motivada por la codicia y el control de la principal cuenca petrolera del planeta, son profundas desde la perspectiva humanitaria y legal, las de orden geopolítico y estratégico, resultado de una "guerra de autodefensa anticipatoria" (preventive war), son abrumadoras.
Al igual que en Palestina y Afganistán, el feroz ataque es una brutal bofetada contra el nacionalismo árabe y los mil millones de seres humanos identificados con el Islam. Es uno de los errores de mayor calibre histórico jamás perpetrados por la presidencia imperial estadunidense. Hace poco el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, uno de los políticos de la región más plegados a acciones bélicas de Estados Unidos, advirtió que "...esta guerra va a tener graves repercusiones, incluyendo la unificación de los grupos terroristas. Vamos a tener un centenar de Bin Laden". En efecto, Bush enajenó a generaciones enteras en el Medio Oriente y en el mundo, cosechando enemistades y represalias a escala colosal, mientras el escenario bélico se le complica tanto como todo su sistema de alianzas dentro y fuera de Medio Oriente.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se ha observado que conforme se amplía e intensifica la diplomacia de fuerza, también aumenta la masa de agredidos, dispuestos a actuar ante esa "diplomacia", observándose la incapacidad estadunidense para controlar los efectos inesperados y las respuestas de las víctimas a corto, mediano y largo plazos. Según Chalmers Johnson, a este fenómeno se le conoce en la jerga de la seguridad nacional estadunidense como blowback, una suerte de efecto bumerán (ver Blowback, Metropolitan Books, New York, 2000).

El término blowback, dice Johnson, "fue inventado por funcionarios de la CIA para uso interno y empezó a circular entre los estudiosos de relaciones internacionales. Se refiere a las consecuencias no esperadas de operaciones que fueron mantenidas en secreto y sin que los estadunidenses se enteraran. Lo que la prensa diariamente califica de 'actos malignos' provenientes del terrorismo o de los capos de la droga, los rogue states, o de los mercaderes ilegales de armas, a menudo resultan ser el blowback de operaciones estadunidenses realizadas anteriormente".

Por lo pronto, la ineptitud técnico-militar y diplomática desplegada por la Casa Blanca en Irak y en el Oriente Medio se traduce en una regionalización del conflicto, como la que parece materializarse con el ingreso de facto de Siria e Irán al teatro de operaciones, ya que han sido "acusadas" por los halcones de Bush de poseer armas de destrucción masiva y de apoyar a Irak.
La hecatombe humana en Irak está impulsando una espiral de violencia e incertidumbre en todos los niveles del espectro de la guerra.