jueves, 18 de septiembre de 2003

¿Cómo opera el maximato?

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 18 de septiembre de 2003.

Resulta de lo más conveniente en momentos en que se avecina otra ofensiva para la constitucionalización del despojo a la nación del vital y estratégico sector eléctrico y petrolero, revisar los mecanismos utilizados por el Banco Mundial (BM) y sus agentes y aliados domésticos, en lo que desde estas páginas he calificado de maximato imperial.

En efecto, el maximato del BM, es decir, su creciente y persistente dominio sobre el proceso de toma de decisiones, se ha expresado, desde mediados de los ochenta, en una importante reorientación de la política económica, alejándola de manera sistemática de cualquier esfuerzo por impulsar y proteger al aparato productivo nacional de cara a la competencia desleal del exterior, fundamentalmente de Estados Unidos.

Pequeñas y medianas empresas, campesinos y agricultores observaron desalentados y alarmados cómo la tecnocracia neoliberal, de manera paulatina pero tenaz, actuaba como verdadero caballo de Troya, ya que no sólo los dejaba inermes ante grandes empresas extranjeras fuertemente subsidiadas y les negaba apoyos crediticios, asistencia técnica o mecanismos de control de precios, sino que de plano aplicaba programas como los de aperturismo comercial unilateral, en los que de manera dinámica (proactive) se les agredía, siempre en beneficio de sus contrapartes extranjeras. Esto se observa en rubros que van desde la industria acerera, la de construcción naval y de máquinas herramientas, hasta la agricultura y los servicios.

Un caso típico lo ofrece la apertura comercial -uno de los fundamentos del esquema neoliberal- con profundos impactos económico-sociales e internacionales. El BM impulsó el aperturismo a ultranza mediante dos grandes préstamos de 500 millones de dólares cada uno, dirigidos precisamente a impactar la correlación de fuerzas, dentro y fuera del gobierno delamadridista, en favor de los "reformadores". Por medio de esos jugosos préstamos de comercio exterior -Trade Policy Loans, TPL1 (Préstamo 2745 ME) y TPL2 (2882-ME)- se apoyó el proceso de "integración asimétrica" con Estados Unidos, pues al aceptar los préstamos se obligan a cumplir los lineamientos macroeconómicos establecidos en las cartas de intención del FMI. Con esto Estados Unidos logró una creciente liberalización del comercio, caracterizada por la ausencia de reciprocidad.

En medio de la retórica y una vasta campaña ideológica que asume que ante las fuerzas del mercado el Estado es cada vez más irrelevante y de plano "va de salida", es sumamente importante tener presente que, al contrario, la acción del Estado (metropolitano y periférico) es esencial en este proceso que ahora la moda llama "globalización". Desde las secretarías de Estado mexicanas, involucradas en el diseño y aplicación de la política económica, se impulsó un programa que atacaba el corazón mismo del aparato productivo nacional.

Como he indicado en otra oportunidad, ya en 1989 la oficina del presidente del BM notaba que los resultados de los mencionados préstamos "...son prometedores... las barreras a las importaciones ya se han reducido de manera pronunciada en los principales insumos agrícolas como las maquinarias, los pesticidas y otros productos de alta tecnología". Por medio de estos préstamos se establecieron los fundamentos de una política que eventualmente desembocaría en el TLCAN y fueron altamente persuasivos para ajustar la política comercial a las necesidades y agenda de Estados Unidos y sus empresas, especialmente aquellas dedicadas a la producción de granos, beneficiarias de altos subsidios y protecciones.

En México el BM montó, en medio del entusiasmo de una tecnocracia santanista, un programa de drásticas reducciones arancelarias. En 1988 se suprimieron 4 mil 900 fracciones arancelarias y se eliminaron las licencias de exportación. La apertura comercial se realizó en medio de lo que James Petras caracteriza como "convergencia subordinada", aceitada al calor de estos préstamos. Según el presidente del BM, "...el gobierno mexicano cumplió sus obligaciones y compromisos según las operaciones estipuladas en ambos préstamos. Liberalizó más de tres cuartas partes de su producción interna y de las licencias. Menos de la cuarta parte se mantiene bajo control, en algunos productos agrícolas y alimentarios, en petróleo y sus derivados, automóviles, ciertos productos electrónicos, farmacéuticos y otros". Luego agrega: "...el préstamo para la política comercial fue un quiebre de gran envergadura. Por medio de aquél, el BM logró financiar la introducción del proceso de reforma comercial. El segundo préstamo se orienta a mantener el ímpetu aperturista dentro de los parámetros establecidos por el primero y tiene una serie de metas que el gobierno mexicano debe cumplir, de otra forma no se liberalizarían los fondos de la segunda fase del mismo."

Hoy el maximato aspira a inducir otro "quiebre de gran envergadura" en materia energética, por medio de un paquete de préstamos destinados a impactar la correlación de fuerzas legislativas en favor del cabildo santanista.

jueves, 4 de septiembre de 2003

El maximato imperial

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 4 de septiembre de 2003.

Desde la instauración de un régimen acreedor a ultranza, resultado de los desaciertos en los que incurrieron los encargados de la "negociación" de la crisis deudora, esto es, de 1982 a la fecha, se han mantenido impertérritos los ejes centrales de la política económica de México, tanto en su dimensión macro, impactada por los recetarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), como "por rama", impulsados por el Banco Mundial (BM) mediante un encadenamiento de empréstitos altamente condicionados.

Tanto el FMI como el BM establecen así una suerte de maximato, para usar un término de nuestra cultura política derivado de la experiencia política con el sonorense Plutarco Elías Calles, quien después que dejar el poder creó el Partido Nacional Revolucionario y fue llamado el jefe máximo de la Revolución, aceptado como tal durante los gobiernos de Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez. Durante ese periodo su influencia fue determinante sobre el presidente de turno, generales, diputados, senadores y secretarios de Estado.

El actual maximato imperial incide en el proceso de toma de decisiones, en especial, aunque no exclusivamente, en materia de diseño presupuestal, fundamentado en tres condiciones que se retroalimentan. Primero, por el desvío masivo de la inversión pública al gasto no productivo (servicio de la deuda externa, rescates tipo Fobaproa-IPAB, derivados del fracaso del programa privatizador), lo que crea enormes "boquetes" presupuestales, que se llenan con préstamos. Ante la reticencia oficial para renegociar los términos de la deuda y el cambio requerido en la política económica, crece la dependencia y urgencia de los préstamos y la desnacionalización del proceso de toma de decisiones. Segundo, por el "cruce" de las condicionalidades, es decir, de los parámetros fondomonetaristas con las exigencias de los programas crediticios del BM. Y, finalmente, pero no menos importante, por el impacto en la correlación de fuerzas, derivado de los grandes intereses, internos y externos, así como de relaciones clientelares de los principales beneficiarios locales de esta política económica y de las empresas extranjeras. No es tanto la "terquedad" de Fox la que explica su insistencia en facilitar y otorgar cobertura legal y constitucional al desmantelamiento de los derechos sindicales y a la privatización de facto y extranjerización del complejo petro-eléctrico-gasero, manejado por Pemex, la Comisión Federal de Electricidad y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro -programa que se presenta a la opinión pública bajo la rúbrica de la "globalización" y la cobertura lingüística del paquete de "reformas estructurales" que el BM impulsa en México y en toda la región latinoamericana-, sino de la codicia, compromisos, negocios y contubernios, establecidos por los regímenes neoliberales en materia petrolera y eléctrica, al margen de la normatividad constitucional.

Esta suerte de maximato incluye la acción del Estado imperial (FMI-BM) y de manera imprescindible la del Estado periférico e incide en la correlación de fuerzas mediante fuertes cañonazos (como el más reciente paquete de préstamos por 5 mil millones de dólares). Si consideráramos al FMI-BM como meras "instituciones financieras internacionales" estaríamos incapacitándonos para dar cuenta de la realidad. Son mucho más que eso. Fueron concebidas en Bretton Woods (1944) como instrumentos fundamentales de proyección de poder de la pax americana, y operan en función del interés privado nacional de Estados Unidos y de las empresas de sus "socios" primermundistas. Como he documentado en un estudio que realicé con Gian Carlo Delgado (Banco Mundial y desnacionalización integral en México, UNAM-CEIICH, 2003), son instrumentos de Estado y de "clase" diseñados en forma tal que Washington pueda dominar sus políticas e impulsar programas favorables a su aparato empresarial por la vía de sus mecanismos de votación y los requisitos de membresía. Estos últimos enrocan la actuación y fomentan la sinergia de ambas instituciones al exigir que para ser miembro -y recibir empréstitos- del BM es necesario, primero, serlo del FMI y operar bajo su condicionalidad macroeconómica. En este contexto téngase presente que, según sus creadores y promotores, estas instituciones fueron diseñadas para proporcionar un marco de referencia gubernamental seguro para promover la inversión privada y, ciertamente, el "desarrollo económico" de los países capitalistas centrales, encargándose de mantener y acrecentar el carácter tributario-colonial de nuestras economías.

Aunque el FMI-BM y el GATT (ahora OMC) fueron diseñados para sustituir el sistema colonial de preguerra, en ningún momento tal medida fue considerada para inducir un tipo de transformación colonial que negara a Estados Unidos el acceso a los recursos naturales, fuerza de trabajo y mercados de nuestros países. Es un esquema que ha operado el margen de cualquier tipo de control democrático y popular. Eso, como ocurrió al maximato de Calles, hoy puede y debe acabar.