jueves, 23 de diciembre de 2004

La agenda de Fox

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 23 de diciembre de 2004.

En materia de petróleo, gas y electricidad, la de Fox no es la agenda de la nación: como sus antecesores "neoliberales", responde a intereses extranjeros y a los de una cúpula de "hombres de negocios" local, intermediaria en los lucrativos negocios de la "subasta" de México. Es una "agenda" que profundiza los dispositivos puestos en marcha desde los años 80, encaminados a la desarticulación administrativa y financiera para inducir la privatización y extranjerización del complejo petro-eléctrico del país. Por ejemplo, el desfinanciamiento crónico de Pemex-CFE por la vía de un focalizado ataque fiscal, que promueve su creciente endeudamiento. Hoy, gracias al esfuerzo acumulado del 20 años, Pemex, con una integración vertical debilitada por diseño del Banco Mundial (BM), es la empresa petrolera más endeudada del mundo (32 mil millones de dólares).

Los proyectos de impacto diferido en el registro del gasto, o Pidiregas, han sido usados para impulsar la privatización del sector. Este año una gran proporción del presupuesto de Pemex se dedica al pago de los Pidiregas: 3 mil millones de un total de 10 mil millones de dólares. Datos de Pemex Exploración y Producción indican que de 2001 a 2004 se dedicó 75 por ciento de la inversión al pago de la deuda. Las urgentes necesidades de Estados Unidos en torno a su exorbitante consumo de combustibles fósiles y su estrategia orientada a diversificar las fuentes de suministro forman el núcleo de la agenda de Fox. Además, el impulso de Bush (y Fox) a la privatización de Pemex se centra en aumentar la extracción de gas y petróleo a como dé lugar, por la vía de usar los recursos públicos mexicanos para subvencionar los negocios de firmas "nacionales y/o extranjeras" que operan en Pemex, al margen de la Constitución. Es el caso de Cantarell, el principal campo petrolero del país localizado en la bahía de Campeche, cuyo orden de magnitud original se estimó en 35 mil millones de barriles en 1979. Sometido a una sobrexplotación, su producción empezó a declinar en 1996 por lo que al año siguiente, con el "respaldo" del BM, del Departamento de Energía (DdE) de EU y del entusiasmo entreguista de Zedillo, se diseñó un contrato de 15 años en favor de un consorcio integrado por BOC Gases, Marubeni Corporation, Setcoast Energy, ICA Fluor Daniel y Linde para inyectar nitrógeno e incrementar la producción, que en 2002 llegó a 1.88 millones de barriles diarios, el doble de lo producido en 1995.

La agenda de Fox, que es la del BM, incluye, de manera prominente, los contratos de servicios múltiples (CSM) especial aunque no exclusivamente en torno a la explotación del gas no asociado de la cuenca de Burgos que fue dividida -y está siendo subastada-, en siete "bloques". Repsol-YPF se encarga del bloque Reynosa-Monterrey; a Teikoku Oil de Japón y Grupo Diavaz de México se les asignaron Cuervito y Fronterizo. Tecpetrol domiciliada en Argentina, junto a Industrial Perforadora de Campeche ganaron el contrato para el Misión. Diligente que es en "la compra-venta de México", Fox inauguró 2004, otorgándole al grupo Lewis Energy de Texas, el CSM para Olmos el 9 de febrero.

En medio del aplauso de la Casa Blanca y de la censura del Senado mexicano, su racha entreguista continuó impertérrita. El 10 de noviembre le asignó el CSM de Pandura-Anáhuac a Industrial Perforadora de Campeche y Compañía de Desarrollo de Servicios Petroleros. Para 2005 la agenda incluye la entrega de Pirineo y Monclova. No se trata de una "necedad" de Fox, sino de oportunidades empresariales y de "necesidades" geoestratégicas de EU derivadas de su inecesario despilfarro de combustibles fósiles. Fox impulsa la "reforma estructural" del BM encaminada a "ajustar" la Carta Magna a las inconstitucionales operaciones en curso. Este ex gerente de la Coca-Cola que ocupa Los Pinos, asume que el petróleo ya no es estratégico "como en los años 30" y que el complejo petro-eléctrico debe ser manejado por el "mercado" que ya se encarga de los grandes negocios del gas (regasificación, distribución etc) a lo largo y ancho del país, especialmente en la frontera norte: En Altamira están Royal Dutch, Shell, Total y Mitsui, con la participación de Unión Fenosa de España; en la Costa Azul, Sempra Energy y Royal Dutch Shell; en la península de Baja California, cerca de las Islas Coronado, Chevron-Texaco; en Lázaro Cárdenas, Repsol-YPF; en Tijuana, Marathon -con Golar LNG Limited y Grupo GGs; en Sonora DKRW Energy.

El Mexico country analysis brief, del DdE (noviembre de 2004), apoya la gestión de Fox ya que "sus" iniciativas, como los CSM (que son las de la Casa Blanca y su BM) "...aparecen como un paso positivo hacia la apertura gradual de la producción de gas natural de México en favor de las compañías privadas extranjeras". Bush, Cheney, Halliburton, Brown Root and Kellog, Bechtel y las petroleras, gaseras y empresas eléctricas asociadas, están de plácemes con la agenda de Fox, pero impulsan la "reforma estructural" del BM: lo quieren todo.

jueves, 9 de diciembre de 2004

El dólar y la paz fría

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 9 de diciembre de 2004.

La vinculación entre la guerra de Irak, el desplome del dólar y la intensificación de las fricciones trasatlánticas es central en la actual dinámica de poder. Pasamos de la guerra fría a una etapa caracterizada por una paz fría en las relaciones intercapitalistas en general y en las de EU con Europa en particular.

El término paz fría fue acuñado por Jeffrey Garten, banquero, ex asesor de presidentes y decano de la Escuela de Negocios de Yale, para referirse al fenómeno de "las contradicciones interimperialistas". Por ello resulta llamativo que, en medio discurso de la "globalización" de la década de 1990, que consumía toneladas de tinta, miles de horas-radio y televisión y saturaba a una academia proclive a adoptar las modas de turno, Garten, del mero establishment capitalista, planteara la conflictividad intercapitalista como eje para comprender la situación internacional. Quizá por estar inmerso en "la terca realidad" no consideró serias o útiles las proclamas fáciles, deterministas y eufóricas del "globalismo pop".

La paz fría entre EU, Europa y Japón, acicateada por el mismo colapso de la URSS, el "enemigo común" que fungía como el cemento de la alianza y facilitaba el "manejo" estadunidense de la Entente intercapitalista, en ningún momento desatiende el hecho de que la tajada mayor de las exportaciones e importaciones, de la inversión extranjera directa y de los flujos financieros se realizan precisamente entre esos tres polos económicos. Pero tampoco descuida sus desavenencias y enfrentamientos en áreas como la aeroespacial, de semiconductores, biotecnología, subsidios a la agricultura y muchos más. Con la guerra en Irak, ese "enfriamiento" se amplió a lo geopolítico afectando a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Al aumento del gasto militar en Irak se agrega el desplome del dólar, emparentado con la profundización del déficit fiscal, así como un agravamiento del déficit de cuenta corriente, es decir, de la balanza comercial y de las transacciones financieras en ultramar.

Los problemas fiscales se derivan de un diseño presupuestal irresponsable y clasista con crecientes costos militares, pero la cuestión central es la falta de credibilidad del gobierno de Bush. Fue bochornoso el espectáculo ofrecido por quienes hicieron del engaño, la manipulación y la falsificación de datos y sucesos un asunto cotidiano. De aquí el gran escepticismo de la opinión pública mundial y los inversionistas en torno a la retórica en favor de un dólar fuerte proveniente del gabinete económico de Bush. Según Garten, la Casa Blanca se está comportando en el área de política económica internacional de manera similar a como lo ha hecho en la esfera política y militar: "se pronunciará de manera confiada si no es que arrogante, y no cejará de presionar fuertemente su ideología a lo largo y ancho del orbe. Invitará a otros países a participar en sus planes, pero a fin de cuentas hará lo que le dé la gana con o sin ellos. Su política en torno al dólar es un reflejo de su política en Irak" (Newsweek, 20/11/04, p. 31).

Garten muestra con datos por qué el problema para los inversionistas no se limita sólo a las "intenciones" reales de Bush, sino también a su capacidad para enfrentar los graves aprietos económicos gestados durante sus primeros cuatro años. EU pasó de un superávit acumulado de 5 billones de dólares a un déficit de más de 2 billones, es decir, un cambio de 7 billones (trillions en inglés).

Los pronunciamientos en torno a un dólar fuerte están acompañados de iniciativas presupuestales que, al acentuar el déficit, propician la caída en picada de la moneda. Garten muestra que el déficit fiscal no preocupa mayormente a Bush, quien promueve, entre otras medidas: a) dar carácter permanente a los recortes impositivos hechos a favor de los sectores de mayores ingresos, lo que significa agregar cerca de 2 billones al déficit de 10 años; b) aumentar el gasto militar y de seguridad interna, y c) privatizar la seguridad social, agregando entre uno y 2 billones al déficit. Por lo que aumenta la cautela de inversionistas y bancos centrales, de quienes EU depende grandemente para salir del atolladero y enfrentar sus necesidades de financiamiento estimadas en 2 mil millones de dólares diarios, el equivalente al ahorro total generado por las exportaciones de todos los países de Asia y Europa.

La idea parece centrarse en "internacionalizar" los costos del desastre en Irak y del despilfarro fiscal, por medio de la devaluación monetaria, pasando la factura al mundo. Hace poco, el secretario del Tesoro dijo, en referencia a otro rubro y con toda la cara dura del caso, que "el déficit de cuenta corriente de EU es una responsabilidad compartida".

Naturalmente en Europa y Asia aumenta el rechazo a cargar con los costes de este esquema mientras se acrecientan las tensiones entre las respectivas áreas monetarias. El problema se le agrava a EU, porque se modificó la estructura de poder del sistema monetario internacional y el dólar ya no es la única moneda global.

jueves, 25 de noviembre de 2004

Petróleo y guerra

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 25 de noviembre de 2004.

Resultado de la geopolitización de las relaciones económicas internacionales acarreada por la guerra contra Irak y del unilateralismo diplomilitar, formalizado en la "doctrina" de autodefensa anticipatoria de Bush, se acentúa y se generaliza la incertidumbre. Las operaciones militares realizadas en función de intereses vinculados con la industria del gas y del petróleo, pero también con la armamentista y de servicios de seguridad de Estados Unidos, paradójicamente deteriora de manera preocupante la estabilidad del medio ambiente sociopolítico internacional requerido para la acumulación. Esto ocurre en momentos en que se complica la ecuación petrolera mundial, la cual indica que hemos ingresado a una zona de turbulencias sólo equiparable con aquellas experiencias históricas que antecedieron a los grandes conflictos y guerras que traumatizaron a la humanidad durante el siglo XX.

Una importante manifestación de ello es la perceptible inestabilidad en el mercado petrolero mundial. En el ojo del huracán de este fenómeno se encuentra el empantanamiento mesopotámico experimentado por el aparato castrense de Estados Unidos, resultado de la inusitada resistencia iraquí. La masacre de iraquíes perpetrada por la Casa Blanca, que, según la revista médica Lancet, hasta poco había cobrado 100 mil víctimas, no ha hecho otra cosa que intensificar y regionalizar la resistencia. Medio Oriente es una zona donde, cabe recordar, se localiza cerca de 60 por ciento de las reservas petroleras del mundo y de las que depende en gran medida el funcionamiento de las principales economías, que ya empiezan a experimentar perturbaciones que combinan el estancamiento con la inflación sólo comparables con aquellas que se observaron en 1970.

Citando un estudio de Joachim Fels, de Morgan Stanley, Samuel Brittan (Financial Times, 5/11/04, p.13) llama la atención a los paralelismos entre la actual situación y la "estagflación" de la década de los 70: los precios del petróleo casi se quintuplicaron en ambas ocasiones. La política monetaria y fiscal ha sido altamente expansiva, incluso con periodos de tasas de interés negativos, y en ambos las naciones industriales enfrentaron a nuevos competidores en los mercados mundiales, en aquel entonces de Japón y de Corea del Sur. Hoy la competencia proviene de China, India y Europa Central con profundos impactos. También nos recuerda que en los 70 se desaceleró la productividad mundial por razones que todavía se discuten. Aunque Fels argumenta que la actual situación no es tan grave, Brittan advierte, con razón creo yo, que ciertos elementos de la ecuación energética son hoy mucho más delicados, ya que la disponibilidad de petróleo no depende de la acción de cártel alguno, sino de serios límites de la capacidad para la producción mundial de petróleo mientras, como ayer, es grande la dependencia sobre la producción de los pocos, pero inmensos campos petroleros de Arabia Saudita, lo que ocasiona dos graves riesgos: a) mayores dificultades físicas para aumentar la producción, y b) una intensificación de los riesgos acarreados por la inestabilidad político-militar generada por el unilateralismo castrense de Bush.

La guerra contra Irak es uno de los principales ejes explicativos de la inestabilidad del mercado petrolero. Pero esto ocurre en un medio signado por los límites físicos antes apuntados y un aumento persistente de la demanda de petróleo y gas proveniente de economías altamente dinamizadas , como la China e India. China pasó de consumir 9 por ciento de la energía del mundo hace 10 años al 12.1 por ciento hoy, lo que, con más de mil millones de habitantes, la coloca en segundo lugar, sólo después de Estados Unidos con 24 por ciento (y con menos de 6 por ciento de la población mundial). Según el Departamento de Energía estadunidense (The Economist, 15/11/04, p 60), para 2020 China duplicará su demanda petrolera llegando a 11 millones de barriles diarios y a triplicar su consumo de gas. Con sólo 2.1 por ciento de las reservas probadas del mundo y 5.23 por ciento de las de gas, su dependencia la llevará a jugar un papel más activo en la disputa por los recursos energéticos, tanto en Asia como en el Oriente Medio y América Latina. Algo similar se observa en India, cuya economía también se industrializa a pasos agigantados. Cabe mencionar que ninguno de los gigantes asiáticos sigue las recetas desindustrializadoras impulsadas en nuestros países por Estados Unidos desde el FMI-Banco Mundial. Para India la situación del gas y petróleo es más precaria dentro de un panorama en el que, según su Comisión de Planificación, en los próximos 20 años se triplicarán sus necesidades energéticas. Hoy importa 73 por ciento del petróleo que consume, y en 2030, según esa fuente, la dependencia será de 90 por ciento.

En este contexto cobra inusitada importancia tanto el análisis de Carlos Fazio (La Jornada, 23/11/04) sobre los despliegues castrenses de Estados Unidos al sur del Bravo, especialmente sus operativos en Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia, ricos en gas y petróleo, como los análisis en torno a los peligros de la apertura de Fox a las petroleras en Pemex.

jueves, 11 de noviembre de 2004

El imperio contra el mundo

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 11 de noviembre de 2004.

Como resultado de las elecciones en EU, la seguridad internacional en general, y Medio Oriente y América Latina en particular -específicamente Cuba y Venezuela- enfrentarán una situación más riesgosa. Ello es así porque durante estos cuatro años se intensificó, de manera sólo comparable con lo ocurrido pocos años antes de la Segunda Guerra Mundial, la militarización y geopolitización de las relaciones económicas internacionales, en especial en torno al acceso y control del petróleo, principal mercancía del comercio mundial.

Con una votación de casi 60 millones de votos (cerca de 51.1 por ciento contra 48 por ciento de Kerry) el Partido Republicano acentuó su dominio en el Congreso y captó casi todas las gubernaturas disputadas.

Ahora existe lo que no hubo antes: un presidente militarista y violador del derecho internacional, legitimado por el voto del miedo y del fundamentalismo religioso. La posición política de Bush se reforzó por los operativos protagonizados por Al Qaeda: porque los ataques del 11-9, que mostraron ante el mundo la vulnerabilidad estructural de EU, en los hechos lo rescataron de la ilegitimidad y debilidad política que padeció por las irregularidades de las elecciones de 2000. Luego, pocos días antes de los últimos comicios, vino el mensaje de Osama Bin Laden al electorado. Pudo haber sido una manifestación del fracaso de Bush para lograr su captura, pero el video recordó a la población el trauma y terror del 11-9, fundamento indiscutible de su campaña. En este sentido, quizá paradójico, se puede afirmar que Bin Laden de nuevo actuó y, en efecto, "votó" a favor del ocupante de la Casa Blanca. Lo central es que el triunfo otorga un mandato, hasta hace poco ausente, a la unilateralidad, el militarismo, la guerra preventiva y de conquista, y al antiterrorismo manipulador y patriotero. En la escena doméstica se fortalece la regresión económica, social y de libertades civiles, así como más persecución y persistente precariedad para los inmigrantes y también la intransigencia religiosa y la intolerancia a las preferencias sexuales.

Con una posición más holgada de los republicanos en el Congreso, la Casa Blanca podrá acentuar su agenda en asuntos sustanciales como mayor derechización de la Corte Suprema, más favores a los sectores de altos ingresos y a las grandes empresas -particularmente petroleras, del carbón y del gas, farmacéuticas, bélico-industriales, nucleoeléctricas, y las dedicadas a los servicios de seguridad-, mayor deterioro del Estado de derecho -doméstico e internacional- y de las garantías individuales (habeas corpus e invasión telefónica y microfónica de la privacidad), más desregulación ambiental (además de retirarse del tratado de Kyoto para disminuir las peligrosas emisiones con efecto invernadero que impacta los casquetes polares, Bush es el presidente más regresivo en materia ecológica).

Al momento de escribir estas líneas parece que habrá una todavía mayor derechización del gabinete, con el retiro de Powell (un "moderado" en medio del extremismo que caracteriza a la camarilla de Bush), la permanencia de Rumsfeld en el Pentágono, el ascenso de Wolfowitz al Consejo de Seguridad en sustitución de Rice, el retiro de Greenspan, y una postura dudosa en torno a la ratificación del secretario del Tesoro.

Por razones que requieren mayor ponderación, se asegura que el afianzamiento de Rumsfeld y Wolfowitz se debe a su "decisiva acción electoral" desde el Pentágono. El uso partidista de recursos públicos -v.gr. del high tech satelital- viola la ley. Doméstica e internacionalmente se desequilibra más la ecuación cívico-militar a favor del sector castrense, así como su probable intervención en el proceso electoral.

La situación es compleja y contradictoria. Este triunfo ocurre en medio de una profunda polarización y división de la población en torno al papel de EU en el mundo y al manejo que se da a la "guerra antiterrorista". Es paradójico, pero no podemos dejar de lado que el mismo éxito de Bush al convencer al electorado de que la seguridad, la guerra y la intransigencia y el delirio religioso eran lo fundamental, logrando así que la población votara contra sus propios intereses en materia impositiva, de salud, de medio ambiente y de empleo, también nos coloca frente al hecho de que la mitad del electorado se opone a un esquema que incluye iniciativas bélicas como en Irak, con más de 100 mil iraquíes masacrados (mujeres y niños inocentes, la mitad de ellos).

No extrañe a nadie que se contemplen escenarios contra Cuba y operativos contra el ascenso de la izquierda en Venezuela, Uruguay, Brasil y Argentina. También en México, como evidencia la participación de Salinas en la temeraria y facciosa ofensiva de Fox contra López Obrador, misma que vulnera la paz social. Salinas, por sus "hazañas" privatizadoras y de seguridad (usurpación electoral contra la izquierda en 1988 y ofensiva antinacional en Pemex) sigue siendo el darling del aparato corporativo y de espionaje de EU en México.

jueves, 28 de octubre de 2004

Pemex: caldo de gallina

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 28 de octubre de 2004.

Es profunda la crisis moral, política y técnico-administrativa que golpea a Pemex bajo el gobierno de Fox y de Muñoz Leos, promotores de una "reforma estructural energética", es decir, de lanzar la empresa, junto a la electricidad, al piso de remates de Wall Street, como sus antecesores ya lo hicieron con los bancos y los ferrocarriles. Al cuestionable "arreglo" impulsado por Muñoz Leos y el sindicato, mismo que, junto a los contratos de servicios múltiples (CSM), ha concitado la crítica de varios analistas, se agrega un rosario de problemas derivados de la profundización de un esquema en vigor desde hace más de 20 años, encaminado a la privatización y extranjerización del sector.

En lo interno y en lo externo es grave la situación que enfrenta el país ante el manejo entreguista y turbio de Pemex. Fox se comprometió con el electorado a "no privatizar Pemex", pero eso es precisamente lo que hace, con altos costos que se traducen en miles de desempleados, un sistemático ataque al cuerpo técnico-profesional y una intensificación en el rompimiento de las cadenas productivas. En lo externo la situación es delicada. La guerra contra Irak y las condiciones de creciente dificultad que enfrenta la industria petrolera mundial, especialmente la OPEP y Arabia Saudita, para enfrentar un desborde de la demanda y la especulación, han profundizado el interés empresarial y de "seguridad nacional" de Estados Unidos por el control directo de los combustibles fósiles, del Bravo a la Patagonia. (México, Venezuela, Colombia, Bolivia).

La posición del país es riesgosa frente a un vecino que, con una reserva petrolera disminuida, consume 25 por ciento de la producción mundial, rechaza adoptar medidas de conservación energética y, en su lugar, aplica la bota militar -ciertamente no la "mano invisible del mercado"-, para garantizar el control del gas y del petróleo ajeno. Situación agravada por la estrechez de miras de la cúpula político-económica mexicana, obsesionada en despilfarrar lo que queda de la reserva para complacer la gula de la potencia norteña: una burguesía "lumpen", codiciosamente vulgar y acostumbrada a la impunidad, que se posiciona como intermediaria en los negocios que se derivan del despojo del complejo petro-eléctrico del país.

El desastre en Pemex ha sido fríamente calculado. Bajo el programa auspiciado por las petroleras internacionales por medio del Banco Mundial (BM) desde inicios de los 80, Pemex, la gallina de los huevos de oro de México, ha sido sometida a una brutal agresión fiscal y a un desfinanciamiento crónico y selectivo que se intensificó durante el salinato, así como a procedimientos totalmente reñidos con los más elementales principios que rigen a las grandes empresas del ramo. Con Salinas y sus sucesores, el interés público nacional quedó fuera y Pemex pasó a ser "caldo de gallina" porque la intención explícita del BM fue y es la de "llevar la empresa a un punto de venta". Ya se procedió con el debilitamiento de la integración vertical de la paraestatal por medio de su división en empresas separadas y en competencia, en contraste con lo que ocurre en las grandes firmas del ramo que aumentan la integración desde la exploración hasta la transformación y comercialización del crudo.

Téngase presente que el "recetario" del BM, sintetizado en sus Mexico Strategy Papers es de imposible aplicación sin la cínica, pero diligente concurrencia de quienes han hegemonizado el Ejecutivo por más de dos decenios. Como todo procedimiento culinario, para hacer este caldo debe usarse una buena dosis de CSM, generalizando su uso a todos los niveles de la actividad de la empresa. La idea central es sacar al Estado y a los trabajadores y técnicos mexicanos de la operación del negocio y traspasarlo paulatinamente a contratistas e inversionistas "nacionales y-o extranjeros". Lo que van dejando son los huesos de la gallina de oro.

Otro ingrediente importante fue el de desindustrializar la actividad, especializando a México en la explotación desmedida de su petróleo para exportarlo a EU, bajo el principio del BM de que cualquier actividad petroquímica nueva debe realizarse con asociados, nacionales y extranjeros, en donde la paraestatal sería socio minoritario, como ocurre en el proyecto petroquímico Fénix. Por 10 años el desfinanciamiento de la planta refinadora ha sido tan sistemático como la sobrexplotación de la reserva, pero ahora con Fénix en el horizonte, se autorizan partidas para mejorar y ampliar los suministros requeridos.

Se le está robando el futuro a las nuevas generaciones. Según datos oficiales recabados por Israel Rodríguez (La Jornada, 22 Sept p. 23) bajo el foxismo se ocasionó una baja de 38.8 por ciento de la reserva al pasar de 24 mil 631 millones de barriles en 2000 a sólo 15 mil 124 millones en 2003. A los actuales niveles de producción (3 millones 350 mil barriles diarios (bd-) el petróleo sólo alcanzará para mediados de 2016. Pero como se decidió aumentar la producción a 3 millones 850 mil barriles diarios, el "caldo de gallina" se acabará antes.

jueves, 14 de octubre de 2004

Las chorradas de Bush y Blair

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 14 de octubre de 2004.

Las copiosas relevaciones de Richard Clarke (el ex encargado de la lucha antiterrorista de los gobiernos de Clinton y Bush) en su libro Contra todos los enemigos, (Taurus, 2004) dibujan un cuadro de situación turbadora sobre lo que ocurre en las altas esferas de la seguridad nacional de ''la presidencia imperial''. Aunque se trata de un pesado fardo bipartidista, el contraste entre la realidad y el manejo propagandístico de la información se fue intensificando desde que comenzó este gobierno republicano.

Cuando llegamos a los dos primeros debates presidenciales, la colisión entre los hechos y los engaños simplemente salen de la coraza elaborada en torno al presidente por el equipo de neoconservadores de la Casa Blanca, cobran vida y estallan en cada palabra de un mandatario que centra su estrategia para mantenerse en el poder en la lucha antiterrorista y en una infame explotación de la tragedia humana gestada por los ataques del 11-09.

Clarke, nada menos que el encargado del terrorismo, nos informa que no se le había permitido reunirse con Bush para discutir el tema, ''ni en enero ni después de enero''. Lo recibió hasta el 11/09 (p. 46). Durante los primeros días de su gestión antiterrorista (enero de 2001) Clarke había solicitado con carácter ''urgente'' una reunión del gabinete para aprobar un agresivo programa contra Al Qaeda, misma que no se realizó hasta el 4 de septiembre, muy tarde para detener el operativo terrorista en marcha y a pesar de que oficinas regionales del FBI habían recibido serias advertencias sobre preparativos terroristas que usarían aviones comerciales.
Hasta entonces Clarke sólo había mantenido una reunión sobre terrorismo con Cheney, Rice y Powell y fue tal el desinterés de la cúpula política, que todo esfuerzo antiterrorista fue desalentado. Incluso circuló la historia de que Clarke había pedido un traslado.

No deja de sorprender que los demócratas no hayan recurrido a este valioso relato de Clarke. Quizá sus datos sean demasiado espinosos, pero su importancia trasciende todo arreglo bipartidista, máxime que Clinton había empezado a aumentar progresivamente los presupuestos para los programas antiterroristas y que, ''por primera vez en 40 años, una administración había creado y financiado un programa de gran envergadura para defender el interior del país'' (p. 172).

Aunque Kerry y Edwards se han referido a las falsedades utilizadas por el gobierno para justificar la guerra contra Irak, como los supuestos vínculos de Hussein con Al Qaeda o las inexistentes armas de destrucción masiva, resulta más relevante enterarse, de esta fuente privilegiada, que cuando Wolfowitz, el segundo de Rumsfeld en el Pentágono, a solicitud de Clarke presidió una reunión para determinar una postura oficial sobre las relaciones entre Irak y Al Qaeda, ''todos los departamentos e instancias del gobierno estuvieron de acuerdo en que no existía ningún tipo de cooperación entre los dos. Se envió un memorando a tal efecto al presidente, pero nunca tuvimos noticias de que le hubiera llegado'' (p. 54).

Y por lo que se refiere a las armas de destrucción masiva (Blair afirmó que Saddam podría atacar en 45 minutos), una mentira vívidamente orquestada ante el Consejo de Seguridad de la ONU por el secretario de Estado Colin Powell, resulta de lo más relevante enterarnos de cómo este asunto ya se había investigado y ventilado durante el gobierno de Bush padre, cuando el actual vicepresidente Dick Cheney era secretario de Defensa, y Powell fungía como jefe del Estado Mayor:

Durante una reunión del comité directivo presidido por Brent Scowcroft, entonces consejero de seguridad nacional de Bush padre, para planear la primera Guerra del Golfo y cuando se le preguntó a Powell sobre si Hussein haría uso de las armas de destrucción masiva, encogido de hombros ''y con una expresión de cordero dijo: sencillamente creo que las armas químicas son una chorrada''. Scowcroft, general retirado de la Fuerza Aérea, preguntó: ''¿Una chorrada? ¿eso es algún tipo de terminología militar? Poniéndose más serio, Powell explicó: Las armas químicas sólo harán que nos retrasemos un poco. Reforzaremos los tanques y entraremos. No creo que Saddam use armas biológicas porque no son adecuadas para el campo de batalla. Tardan mucho tiempo en hacer efecto. Aparte de todo, esa mierda se puede volver contra ti. Y armas nucleares, yo no creo que las tenga'' (p. 205). Esto ocurrió antes de que Irak, bajo supervisión de la ONU, desmantelara sus programas armamentistas como resultado de su derrota militar.

Téngase presente el cinismo de Blair y la actuación de Powell sobre la ''amenaza de las armas de destrucción masiva de Sadam'' frente al Consejo de Seguridad antes de la guerra preventiva de Bush que, con el aval del ''aliado'' inglés, sigue matando y mutilando a decenas de miles de iraquíes y de soldados de Estados Unidos. Ello permite calibrar mejor el orden de magnitud de la mentira, del fracaso, de la procacidad y de las criminales chorradas que caracterizan a este gobierno.

jueves, 23 de septiembre de 2004

La caja de Pandora

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 23 de septiembre de 2004.

Al Qaeda sería uno de los principales beneficiados de una relección de Bush, ironizó hace dos días un conocido diplomático inglés. El "sin comentarios" de su gobierno ante esta incisiva declaración es comprensible, aunque ciertamente en torno a este asunto ya se ha presentado al público una escrupulosa exploración de un testigo privilegiado, como podrá comprobar quien revise el substancial libro Contra todos los enemigos (Taurus, 2004), de Richard Clarke, el ex zar antiterrorista de los gobiernos de Clinton y Bush.

Ahí saltan a la vista algunos de los aspectos más sensibles, relevantes y hasta ahora desconocidos por la opinión pública sobre las decisiones, inexplicables contradicciones y asombrosos fallos en materia de seguridad interna del gobierno de Bush, antes del 11-9, así como del papel de esos ataques terroristas en la campaña neo hitleriana para sacar ventaja político-electoral de la tragedia, formalizar por medio del acta patriótica la instauración de un régimen de excepción, incidir en la militarización de la ecuación cívico-militar y para justificar el unilateralismo, el belicismo y la guerra de conquista y ocupación contra Irak.

Clarke se manifiesta sumamente preocupado, desde el título y dedicatoria hasta las últimas páginas por la propensión de la camarilla de Bush de transformar al 11-9 en lo que el historiador Golo Mann, en referencia al Tercer Reich llamó "una máquina para la manufactura del poder". Defender la Constitución significa también defenderla "... de todo aquel que utilice la amenaza terrorista contra las libertades que la propia Constitución consagra. Dichas libertades se están viendo socavadas, y si en este país se lleva a cabo otro ataque terrorista del mismo impacto y gravedad se producirán nuevos asaltos a nuestros derechos y libertades civiles. Por tanto, es esencial (evitarlos) y que... protejamos la Constitución... contra todos los enemigos" (p. 14).

El título del libro se refiere a los enemigos externos, pero de manera significativa a quienes están prestos a explotar políticamente esta calamidad nacional y "para sacar adelante sus planes sobre Irak" (p. 51). En su intento por culpar a Irak de los atentados, Wolfowitz, segundo de Rumsfeld en el Pentágono, abrió una caja de Pandora al argumentar que el ataque fue "una operación demasiado sofisticada y compleja para haber sido llevada a cabo por un grupo terrorista", sin apoyos estatales (p. 51). Por eso llama poderosamente la atención la dedicatoria del libro: "a los asesinados el 11 de septiembre de 2001, incluidos los que intentaron evitarlo, como John O'Neill (...)".

Clarke aclara que O'Neill era su mejor amigo en el FBI y que sus iniciativas para localizar y desactivar las células de Al Qaeda en Estados Unidos "incomodaban" a su director Louis Freeh. Revela también que O'Neill era "un hombre decidido a acabar con Al Qaeda (...) hasta que le apartaron de esa tarea porque estaba demasiado obsesionado con esa red terrorista y no se andaba con chiquitadas en su afán de capturar a Osama Bin Laden". Agrega que "O'Neill no encajaba en el patrón reducido y limitado que el director quería para sus agentes".

Esta rara actitud de Freeh en su enfrentamiento con O'Neill es un claro ejemplo de por qué el "FBI no podía proteger nuestro territorio" y es parte de un cuadro general encaminado a negar recursos y aparentemente a desactivar la campaña antiterrorista a cargo de Clarke. Desde el arribo de Bush, pese a todas las advertencias del autor, de funcionarios del FBI, e incluso del director de la CIA -en un famoso memo del 6 de agosto de 2001 entregado al mandatario- en torno a la alta probabilidad de un ataque de grandes proporciones de Al Qaeda en territorio nacional, los analistas observan una tendencia de la cúpula gubernamental por devaluar sistemáticamente los instrumentos y presupuestos antiterroristas con las más variadas excusas. Es una pauta que se detecta en la Casa Blanca de Bush, Cheney y Rice, en el Pentágono de Rumsfeld y Wolfowitz, y en la fiscalía de Ashcroft, hasta el 11-9, misma que favoreció a los agresores tanto como la ventana de oportunidad que les ofreció la laxa vigilancia aeroportuaria (Clarke quedó "atónito" al enterarse de que a bordo de uno de los aviones secuestrados "había activistas de Al Qaeda cuyos nombres eran conocidos por el FBI") y la coincidencia del ataque, con Vigilant Warrior, ejercicio militar del comando aéreo estratégico (NORAD) realizado el 11-9, que dirigió la atención de las fuerzas aéreas de Estados Unidos, incluyendo los aviones radar AWACS, hacia un hipotético ataque ruso. Mientras, los atacantes hacían lo suyo.

Clarke nos informa que por su enfrentamiento con Freeh, O'Neill había dejado el FBI y acababa de ser nombrado director de seguridad del complejo del World Trade Center "la semana anterior" al ataque. Como a un soldado amotinador al que se castiga enviándolo hacia una muerte segura en el frente de batalla, John O'Neill murió en las Torres Gemelas el 11-9 aplastado por miles de toneladas de acero.

jueves, 2 de septiembre de 2004

La apuesta de la derecha

John Saxe-Fernández
la Jornada.
México 2 de septiembre de 2004.

El pasado fin de semana, en la ciudad de México y en Nueva York afloraron indicios de que la jugada de la derecha por la polarización, la guerra de clases y la provocación encierra enormes riesgos para la paz social y para quienes, como Aznar, Bush y Fox, han buscado sacar ventaja electoral y la auspician de manera imprudente: cientos de miles de ciudadanos tomaron las calles para manifestarse, en el primer caso, en defensa de un proyecto alternativo a la debacle gestada por la depredación neoliberal y su brutal agresión contra el campesinado, los sectores medios y la clase trabajadora, y en el segundo, para rechazar la regresiva política económica y de libertades civiles, así como la unilateral, corrupta y belicosa política exterior de Bush en Irak.

Aquí, ese repudio, entiéndase bien, no es al "neoliberalismo" como una abstracción, sino a una agenda concreta impulsada por agentes específicos e intereses de clase identificables, como el Banco Mundial y la depredadora plutocracia doméstica, crónicamente presta a fungir como intermediaria con el exterior para venderlo todo a la menor provocación: banca, comercio y, si se le deja, petróleo, electricidad, agua, biodiversidad y territorio.

La situación es grave. El esquema de despojo llegó a los límites de tolerancia sociopolítica. Los planes de choque ahondaron los factores que llevan al país a ser víctima de un ciclo perverso de deterioro de los fundamentos materiales y jurisdiccionales del proyecto nacional formalizado en la Carta Magna, algo que, dada la larga tradición expansionista de Estados Unidos, junto con la vocación entreguista de quienes han estado al mando en Los Pinos (ya por 22 años), nos coloca en situación precaria.

Es dramática la profundización de la inequidad, el desempleo y la pobreza. Los programas impulsados en favor del alto capital mediante el Banco Mundial y sus empleados locales, como el TLCAN, la desregulación financiera y la liberalización comercial a ultranza, la disminución acelerada de la inversión pública y del gasto social y su desvío al pago de la deuda y al rescate de especuladores tipo IPAB-Fobaproa, acicatean las fisuras en lo étnico, regional y económico, agudizando el conflicto de clase. El deterioro es alarmante y representa una amenaza a la "seguridad humana" de nuestra población, seguridad que los especialistas conciben como "un niño que no llegó a morir, una enfermedad que no se propagó, un empleo que no fue eliminado, una tensión étnica que no degeneró en violencia, un disidente que no fue silenciado".

Presenciamos, como en los tiempos previos a los grandes traumas históricos que desembocaron en cruentas guerras civiles, raciales, regionales y globales, que la dirigencia político-económica padece demencia precoz y profundiza los masivos desequilibrios inherentes a un sistema de saqueo doméstico e internacional, articulado alrededor de metas cortoplacistas que marginan del circuito económico a cientos de millones de personas.

Las consecuencias eran ya devastadoras antes de que el panismo llegara al poder. Ahora Fox socava todavía más los ejes de la estabilidad. Desde el domingo cientos de miles de ciudadanos rechazaron este estado de cosas y se manifestaron contra mayores atropellos como el uso político-electoral del aparato judicial. La ciudadanía entiende que se vulneran los mecanismos disponibles para una salida no violenta a la acumulada explosividad social gestada por un régimen faccioso y clasista. Sale a la calle para dejar explícito que utilizar a la Procuraduría General de la República para lograr ventajas electorales, además de irresponsable es un acto abiertamente subversivo y una invitación al caos. Reconoce que los operativos de Estado contra López Obrador debilitan los fundamentos del Estado de derecho y, por tanto, de la paz social. Esos agravios son parte de la estrategia polarizante utilizada por la derecha para acorralar electoralmente cualquier proyecto alternativo. Fox y su gabinete lanzan más gasolina a un tanque que empezó a explotar hace 10 años.

Vivimos hoy una paz precaria, plagada de incertidumbre y violencia cotidiana. Millones de familias despojadas de su patrimonio y de un salario seguro. De ello son testigo los ferrocarrileros y lo acaban de soportar los trabajadores del IMSS a manos de una mancuerna legislativa PRI-PAN torpe y ¿deslumbrada por las migajas que les arrojaron quienes están empecinados en apropiarse de los ahorros de los trabajadores de todo el país, otro botín como el Fobaproa, estimado en poco más de 2 billones de pesos?

Para esa derecha la paz social es sacrificable ante la expectativa de desactivar el enorme ímpetu electoral que, según las principales encuestas, encabeza López Obrador en todo el país. Los aprendices de brujo a la usanza de Aznar y Bush impulsan la guerra de clase y la provocación para apropiarse del centro político-electoral "estigmatizando" como "extremistas", "populistas" o "anarquistas" a los sectores agredidos por ellos. Es una apuesta temeraria.

jueves, 19 de agosto de 2004

Petróleo y criminalidad de Estado

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 19 de agosto de 2004.

De Irak a Venezuela y de México a Arabia Saudita, es explosivo el coctel que resulta de mezclar la criminalidad de Estado con la codicia por la riqueza petrolera. Su impacto sobre la seguridad internacional -en un medio donde existen desplegados armamentos balísticos intercontinentales y termonucleares-, los derechos humanos y la vigencia del derecho ha sido devastador.

La opinión pública testifica los horrores que se cometen diariamente contra la población iraquí, así como la instauración de un vasto programa de campos de concentración y de tortura en bases militares, como Guantánamo y en buques de guerra estadunidenses, en la mejor tradición nazi. Pese al rechazo mundial a este esquema criminal la guerra, la represión y el intervencionismo se mantienen impertérritos.

El caso de Venezuela es ilustrativo. Al igual que Irak, posee una reserva de crudo sustancial (unos 70 mil millones de barriles) y sufre el intervencionismo político de Estados Unidos. Fue transparente la jornada electoral que consolidó a Hugo Chávez presidente, avalada por los entes extranjeros encargados de supervisar el proceso y por la comunidad internacional. Pero la Casa Blanca reaccionó de manera obstinada: su primer pronunciamiento ante el triunfo de Chávez fue alentar a una oposición intransigente, poniendo en tela de duda los comicios, que fueron contundentes: cerca del 58 por ciento por no revocar el mandato del presidente.

Bush alienta así a una cúpula desestabilizadora, liderada por oportunistas de baja ralea, como Carlos Andrés Pérez, quien se pronunció por eliminar a Chávez "como un perro", y que ha dado muestras patéticas, no menos que peligrosas, de incivilidad e inmadurez. Esa cúpula, íntimamente vinculada con el aparato de espionaje de Estados Unidos, es apoyada por los más importantes medios de comunicación, prensa y televisión de Venezuela y de la CNN y, como es de conocimiento público, ha maquinado varios intentos golpistas. Ante la derrota, ahora recurre a criminales actos paramilitares para empeorar el clima político, lo cual preocupa si se tiene presente que la política exterior de la potencia norteña, especialmente en sus manifestaciones militares y de "inteligencia", está dictada por intereses particulares y puesta en práctica por el mismo grupo de ideólogos de derecha que se aglutinaron alrededor del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, como puede comprobar quien revise la masa documental ofrecida por el ex secretario del Tesoro, Paul O´Neill, y sintetizada por Ron Suskind en El precio de la lealtad (Océano,2004).

En la pila de documentos secretos que George Tenet, el entonces director de la CIA puso en manos de O'Neill, se describe un abanico de actividades encubiertas que se extiende por todo el mundo, "entre ellas complots y asesinatos; un plan para neutralizar, utilizando cualquier medio necesario, a gente predispuesta contra el gobierno estadunidense. Y el punto central era la disposición provisoria de que prácticamente no habría ninguna supervisión civil. La idea básica era: 'díganos qué impresión quiere dar, señor presidente, y nosotros nos encargaremos del resto'" (p. 220). Ante la postura electoral de Bush en 2000, según la cual su gobierno pondría en práctica una política no intervencionista, ya que había afirmado que "seríamos humildes en el extranjero" y no "intervendríamos en actividades de construcción de naciones", O'Neill describe su asombro de cara a las mentiras y contradicciones de la "pequeña camarilla de Bush, constituida por asesores de la campaña electoral o de sus tiempos de Texas".

A pocos días de asumir la presidencia, es decir, mucho antes del 11-9, se nos informa que "se debatían ya auténticos planes para la toma y ocupación de Irak -junto con la apropiación de los yacimientos petrolíferos, el envío de fuerzas de pacificación y el establecimiento de tribunales para crímenes de guerra- en aplicación de una doctrina tácita de guerra preventiva" (p. 154).

La criminalidad de Estado y la codicia por la riqueza petrolera de Irak, o donde esté localizada, sea en Venezuela o en México, amerita atención. Desde el 30 de enero de 2001 Rumsfeld, Cheney, et. al., con la ayuda del Pentágono, tenían preparados los documentos "sobre la ubicación de los yacimientos petrolíferos de Irak, sobre las áreas de exploración y las empresas que podrían estar interesadas en participar en el reparto de tan precioso bien" (p. 117). Como en el caso de la privatización y extranjerización de PEMEX, que Bush impulsa por medio del Banco Mundial y de Fox, en el de Irak ya se contaba con datos que permitían señalar "las extracciones petrolíferas supergigantes". La parte suroeste de Irak aparece como apetecible botín y de manera similar la cuenca de Burgos, de México, fue dividida en bloques para la rapiña futura. El problema de fondo es que la criminalidad de Estado junto con los planes para el saqueo de la riqueza ajena, si bien resultan, como dice O'Neil, "una combinación irresistible", es fatal para la paz mundial.

Le pétrole et la criminalité d'état

par John Saxe-Fernández
La Jornada.
México, 19 août 2004.
Traduit de l’espagnol par Gil B. Lahout, pour RISAL.

RISAL - Réseau d'information et de solidarité avec l'Amérique latineURL: http://risal.collectifs.net/

De l’Irak au Venezuela, en passant par le Mexique et l’Arabie Saoudite, il est un cocktail explosif qui consiste à mélanger la criminalité d’État avec la convoitise de la richesse pétrolière. Dévastateurs en ont été les effets sur la sécurité internationale -dans un monde où sont déployés des missiles balistiques intercontinentaux et thermonucléaires- et les droits de l’homme et l’application du Droit.

L’opinion publique est le témoin des horreurs quotidiennes commises contre la population irakienne, ainsi que de l’implantation d’un vaste programme de camps de concentration et de torture sur des bases militaires, comme Guantánamo, et sur des navires de guerre étasuniens, dans la meilleure tradition nazie. Le monde a beau rejeter ce modèle criminel, la guerre, la répression et l’interventionnisme se poursuivent imperturbablement.

L’exemple du Venezuela est illustratif. Tout comme l’Irak, ce pays possède une importante réserve de pétrole brut (quelque 70 milliards de barils) et subit l’interventionnisme politique des États-Unis. Or, la journée électorale qui a consolidé Hugo Chávez à la présidence s’est déroulée en toute transparence, comme l’ont confirmé les organismes étrangers chargés de superviser le processus, ainsi que la communauté internationale. Mais la Maison Blanche a réagi avec obstination. Sa première réaction face au triomphe de Chávez a été d’échauffer une opposition intransigeante, mettant en doute les résultats électoraux, pourtant très clairs : près de 58% de l’électorat s’est prononcé contre la révocation du mandat présidentiel.

Bush encourage ainsi un groupe déstabilisateur, dirigé par des opportunistes de bas étage, comme M. Carlos Andrés Pérez [1], qui voulait éliminer Chávez « comme un chien » et qui a donné des signes aussi pathétiques que dangereux de manque de civisme et de maturité. Ces dirigeants, intimement liés à l’appareil d’espionnage étasunien, sont soutenus par les plus importants médias -presse et télévision- du Venezuela et par CNN. Ils ont machiné, comme le public ne l’ignore pas, plusieurs tentatives de putsch. Face à la défaite, les voilà maintenant qui recourent à de criminels actes paramilitaires pour envenimer encore davantage le climat politique du pays. Ce qui est d’autant plus préoccupant que la politique extérieure de la puissance du Nord, notamment dans ses manifestations militaires et « d’intelligence », est dictée par des intérêts particuliers et mise en œuvre par le même groupe d’idéologues de droite signataires du projet « Pour un nouveau siècle américain », comme le lecteur pourra le constater en consultant la documentation offerte par l’ex-secrétaire au Trésor, Paul O’Neil, et synthétisée par Ron Suskind, dans son livre « The Price of Loyalty » (Simon & Schuster, 2004).

Dans le tas de documents secrets remis à O’Neill par George Tenet, alors directeur de la CIA, on trouve la description d’un éventail d’activités clandestines qui s’étendent au monde entier, « et notamment des complots et assassinats ; un plan pour neutraliser, par tous les moyens nécessaires, les personnes prédisposées contre le gouvernement étasunien. Et le point central était la disposition provisoire qu’il n’y aurait pratiquement aucune supervision civile. L’idée de base était : ‘dites-nous quelle impression vous voulez donner, monsieur le président, et nous nous chargeons du reste » (p. 220). La position électorale de Bush, en 2000, était que son gouvernement appliquerait une politique non-interventionniste, puisqu’il avait déclaré « Nous serons très humbles à l’étranger » et aussi « Nous n’interviendrons pas dans des activités de construction de nations ». O’Neill exprime son ahurissement face aux mensonges et aux contradictions de « la petite clique de Bush, faite de conseillers de la campagne électorale ou du temps du Texas ».

Quelques jours avant de prêter serment, c’est-à-dire bien avant le 11 septembre, on nous informe que « l’on discutait déjà des vrais plans pour la prise et l’occupation de l’Irak, ainsi que de l’appropriation de ses gisements pétroliers, l’envoi de forces de pacification et l’instauration de tribunaux de crimes de guerre, en application d’une doctrine tacite de guerre préventive » (p. 154).

La criminalité d’État et la convoitise des richesses pétrolières de l’Irak, ou d’ailleurs, que ce soit au Venezuela ou au Mexique, mérite une attention spéciale. Depuis le 30 janvier 2001, Rumsfeld, Cheney & Co., avec l’aide du Pentagone, avaient déjà préparé les documents à propos « de la localisation des gisements pétroliers irakiens, des zones de prospection et des sociétés éventuellement intéressées à participer à la répartition de ce précieux bien » (p. 117). À l’instar de la privatisation et l’étrangéisation de PEMEX [la société pétrolière publique mexicaine, ndlr], que Bush encourage par le biais de la Banque mondiale et de Fox [le président mexicain, ndlr], pour l’Irak il existait déjà des données permettant de situer « les extractions pétrolières super-géantes ». Le sud-ouest de l’Irak est la zone où se trouve le séduisant butin et, tout comme le bassin de Burgos, au Mexique, elle a été subdivisée en blocs pour le futur pillage.
Le problème avec la criminalité d’État combinée aux plans de pillage de la richesse d’autrui, est qu’elle a beau être, au dire d’O’Neill, d’une « combinaison irrésistible », elle n’en est pas moins fatale pour la paix mondiale.

NOTES:
[1] Leader historique du parti social-démocrate "Action démocratique", ex président du Venezuela, démis pour corruption en 1993. (ndlr)

jueves, 5 de agosto de 2004

Marcuse: recuerdos y vivencias

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 5 de agosto de 2004.

La muerte acaba con una vida, no con una relación", solía reflexionar Morrie Schwartz, cuya cátedra de sicología social en la Universidad Brandeis (Boston) abrió nuevos caminos para entender la naturaleza humana, en todo su esplendor y trauma, a una generación ya de por sí impactada por el pensamiento de Herbert Marcuse, entonces a cargo del departamento de Historia de las Ideas. Sus palabras cobran significación especial al cumplirse 25 años de la muerte de Marcuse: una voz que sigue ahí, tronando en mi conciencia, con su acento alemán, sus giros explicativos y una combinación de exasperación y empatía.

El tiempo y el espacio no permiten discutir la contribución de Marcuse al pensamiento social y la vigencia de su obra. Ya Víctor Flores Olea lo hizo en una espléndida síntesis, publicada por El Universal la semana pasada. Sólo quiero compartir algunos recuerdos y vivencias que tengo del filósofo alemán, a quien conocí a principios de los 60, cuando John F. Kennedy era presidente, Estados Unidos salía de las persecuciones y paranoias del macartismo, el tercer mundo se convulsionaba con procesos anticoloniales, en América Latina la Revolución Cubana vencía a la dictadura y al imperialismo, las amenazas de recesión eran continuas, se profundizaba la carrera armamentista con la URSS, y Kennedy aceptaba la herencia venenosa de Eisenhower y Nixon contra Vietnam y Cuba.

Gracias a un extraordinario programa de becas financiado por Lawrence Wien finalicé la licenciatura en ciencia social, iniciada en la Universidad de Costa Rica. A Herbert Marcuse lo vi por vez primera en la entrevista que todo estudiante debía tener para ingresar a su seminario o a los cursos ofrecidos por su departamento. Yo quería empezar con Marx y su reacción fue rotunda. Sentí que se escuchó por todo el pasillo: "¡De ninguna manera! Primero Kant -y todo lo que hay detrás-, luego los utilitaristas; después Hegel y, entonces sí, Marx". Complicó mi vida de veinteañero. Pero me hacía un gran favor librándome de los riesgos del catecismo en favor de un mundo teórico e histórico, complejo y rico en la mejor tradición del pensamiento crítico. Lejos, muy lejos de la imagen que difundieron los medios de comunicación años después, de profesor complaciente. En sus seminarios era riguroso, exigente y hasta furioso -a la Toscanini- cuando se percataba que no había una lectura cuidadosa del texto en discusión. Su asistente, David Ober, nos ayudaba y guiaba con gran eficacia. Luego vino el examen de su perdurable Razón y revolución y, posteriormente, de Eros y civilización, ciertamente, como advirtió Clyde Kluckhohn, la más importante reflexión sicoanalítica desde que Freud cesó de publicar.

Con Ober analizamos y estudiamos el borrador de El hombre unidimensional. Marcuse escribía en inglés, pero con una sintaxis alemana, compleja, y con oraciones que a menudo pasaban de la cuartilla. Era necesario someter cada una a discusión y traducción. Beacon Press lo publicó. Comparando las dos versiones, a primera vista el libro nos pareció una simplificación, una caricatura. Pero, sin perder lo esencial, los editores hicieron el texto accesible al gran público, lo que es un gran mérito.

Antes de la graduación me inscribí en su curso magistral sobre El Estado de guerra. Su impacto fue profundo y perdurable. Basándose en El Behemoth, de Franz Neuman, realizaba un ejercicio de comparación histórica entre la Alemania nazi y la economía permanente de guerra de Estados Unidos, con todo y sus masacres en el tercer mundo. Su curso requería de una minuciosa lectura diaria, además de los libros y de la prensa. Terminó con una reflexión sobre Spengler y la decadencia de occidente. Kennedy había sido asesinado en 1963. Johnson profundizó la intervención en Vietnam y aumentó de manera pronunciada el gasto militar, al tiempo que Marcuse conceptualizaba al "Estado de guerra" como aquel que genera el "Estado de bienestar" por medio de la movilización total de recursos humanos y materiales contra un enemigo externo o interno, real o imaginario, en la eventualidad de una guerra, también externa o interna. Ese keynesianismo militar es parte fundamental de nuestro predicamento como civilización y como especie.

Viví el 68 anticipadamente. La indignación, que la escritora George Sand había calificado como expresión máxima del amor, adquirió un nuevo estatuto con Marcuse. Su ira con los responsables de lo que ocurría tenía tras de sí los horrores de Auschwitz, no menos que de Nagasaki e Hiroshima. Cuando el decano de la universidad volvió de Vietnam de una gira de inspección de los strategic hamlets (campos de concentración rurales) y dio un apologético informe ante una comunidad estudiantil preponderantemente judía, Marcuse, el comentarista, lívido, le preguntó: "Señor decano, como un ser ajeno a ella, ¿qué opina de la raza humana?" Prácticamente lo sacamos en hombros, en medio de nuestro aplauso cerrado que le acompañó el resto de su vida y sigue desde estas páginas.

jueves, 22 de julio de 2004

Bush: ¿autogolpe en Estados Unidos?

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 22 de julio de 2004.

Cuando se dio a conocer hace pocos días que Tom Ridge, a cargo del Departamento de ''Seguridad de la Madre Patria'', le pidió al fiscal John Ashcroft revisar los pasos legales que serían necesarios para suspender las elecciones presidenciales, ya que la red terrorista Al Qaeda ''puede atacar dentro de Estados Unidos con el objetivo de frustrar o entorpecer las elecciones del 2 de noviembre'', se puede inferir: primero, que el gobierno de Bush tiene toda la intención de utilizar electoralmente el trauma del 11/09, es decir, que el ''miedo'' jugará un papel importante en su esquema electoral y, segundo, que aparentemente Ashcroft, Ridge y los abundantes recursos humanos y materiales de esas dependencias serán utilizados en función de la estrategia para la ''elección'' de Bush.

Digo ''elección'' y no ''re-elección'' porque en realidad, como apunta irónicamente André Gunder Frank (Memoria, julio, 2004) a fin de cuentas ''...Bush no fue electo, sino selecto en la Corte Suprema'' para ''aplastar el voto popular en Florida''. Bush llega a la Casa Blanca por una decisión de la Suprema Corte con una votación de sólo cinco a favor y cuatro en contra. Frank acierta al calificar este proceso como un ''coup d´etat de facto''.

El punto central es que, como resultado de cuestionables usurpaciones electorales y de funciones legislativas y judiciales, Bush colocó a Estados Unidos, por medio del Acta Patriótica, en un ''estado de excepción'' que se invoca, significativamente ahora, cuando las encuestas muestran un perceptible deterioro de la posición del ''presidente'' ante el electorado, comparado con la excepcional fuerza política que logró inmediatamente después de los ataques terroristas, y luego de la detención de Saddam Hussein. Y es que, como advirtió hace poco Daniel Ellsberg, oficial de inteligencia que hace tres décadas dio a conocer los documentos del Pentágono y fue llevado a juicio por filtrar la información que finalmente liquidaría a Nixon y la escandalosa política que apuntaló la guerra de Vietnam, los ataques del 11 de septiembre ''fueron pretexto para invadir un país que no nos amenazaba y para desmantelar nuestras libertades y derechos ciudadanos''.
Ellsberg opina que ''aún no estamos en un verdadero Estado policiaco'', pero considera que ''...esto podría suceder después de un próximo ataque terrorista''. En coincidencia con la tesis y la información que hizo pública Richard A. Clarke (responsable de la lucha antiterrorista durante las presidencias de Bush padre, Clinton y Bush hijo) en su libro Contra todos los enemigos, Ellsberg señala que ''la guerra en Irak ha sido catastrófica y agregó muchas razones para que nos ataquen los terroristas'', al tiempo que advertía que ''un próximo ataque podría cambiar definitivamente a EU y convertirlo en un país fascista, en manos de gente como John Ashcroft o John Pointdexter''. Y esto es lo que precisamente está considerando una camarilla como la que ocupa la Oficina Oval, la Fiscalía y el Departamento de Seguridad de la Madre Patria, que a decir de un columnista citado por Clarke, está formada por tipos que son ''más endogámicos, herméticos y vengativos que la mafia''.

Llama la atención que la nota periodística que se difundió en Internet sobre la posposición de los comicios tiene como subtítulo: ''El autogolpe planea sobre EU'' y toma nota de que Ridge le pidió al fiscal Ashcroft estudiar una carta que recibió de DeForest Soaries, presidente de la Comisión Estadunidense de Asistencia Electoral. Esta instancia fue creada en 2002 para proveer fondos a los estados que deben reemplazar los sistemas de votación que usan tarjetas que son perforadas, por otros métodos electrónicos más modernos, además de proveer asistencia para las elecciones federales.

Fue Soaries, vinculado al clan Bush y a las dos empresas encargadas de fabricar las urnas y sistemas de votación electrónicas -también cercanas políticamente a los Bush-, quien planteó a Ridge que se pida al Congreso ''que apruebe una ley que otorgue al gobierno la autoridad para cancelar o posponer una elección federal''. Todo esto coloca al ''miedo y el fraude'' como la piezas centrales del ''mapa de ruta electoral'' de Bush. Existen sondeos que indican precisamente que la ''seguridad'' es la única área en la que Bush muestra una ventaja, aunque declinante, sobre Kerry.

Estudios recientes indican que se profundizan las dudas del electorado tanto en el manejo de la política antiterrorista como de la guerra contra Irak, resultado de una buena cantidad de revelaciones sobre las ineptitudes del gobierno de Bush contenidas en libros e informes elaborados por comités bipartitos de la legislatura en torno a las bases de inteligencia para justificar la guerra contra Irak y el comportamiento visiblemente fallido y sospechoso del gobierno antes, durante y después de los ataques del 11/09.

Lo que sí debe quedar claro es que el panorama se le complica a Bush y que, por mantener el poder, él y su camarilla son capaces de todo.

jueves, 8 de julio de 2004

OTAN: los límites del poder

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 8 de julio de 2004.

Durante la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que recientemente se celebró en Estambul, quedó de manifiesto, una vez más, que esa coalición pasa por una crisis más que pasajera. Ya la negativa francesa y alemana -dos de los principales componentes de la alianza- de avalar desde el Consejo de Seguridad de la ONU los esquemas bélicos de George W. Bush, indicaban que algo serio ocurría. Ello por la naturaleza esencialmente militar -además de política- de la OTAN. De ahí que la postura francoalemana de rechazo al unilateralismo belicista de Bush, dado el momento crucial en que se da, tiene un impacto profundo en dicha alianza. Aunque ya se había manifestado durante el gobierno de Clinton en la guerra de Kosovo, la práctica del unilateralismo belicista desplegada por Bush en Afganistán e Irak coincide con un detectable deterioro de los fundamentos políticos y estructurales de la OTAN, instrumento esencial en el manejo estadunidense de la balanza de poder en Eurasia. Uno de sus objetivos centrales fue inhibir el desarrollo de una política exterior y de defensa europea, meta que se dificulta ante el dinamismo de la Unión Europea, más allá de lo económico.

La confrontación ideológico-estratégica de la guerra fría estuvo en el centro de la capacidad de Estados Unidos para controlar las reticencias europeas -especialmente de Francia- en torno a la jefatura militar de Washington y para superar las crecientes contradicciones entre las necesidades y requerimientos de los mercados y los recursos naturales estratégicos del aparato productivo europeo, que se recuperaba de manera dramática, y los estadunidenses, permitiendo mantener un "entendimiento intercapitalista".

La OTAN, crecientemente anacrónica, ha sido el ariete desde el cual Washington ha proyectado su influencia más allá de lo estrictamente militar, hacia la política y la economía europea. Pero la ausencia de un enemigo común después del colapso soviético debilitó esta capacidad y generó una "crisis de identidad" en el seno de la OTAN, y es precisamente en este contexto de creciente deterioro estructural en el que la alianza, y la opinión pública europea y mundial, experimentan de manera traumática la precipitación belicista de Bush y la aplicación de una doctrina de "autodefensa anticipatoria", reminiscente de los momentos más oscuros del régimen hitleriano.

Los impactos han sido profundos. Según encuestas realizadas a lo largo del año, los europeos no sólo rechazan de manera abrumadora la guerra contra Irak, sino que en números sorprendentes impugnan y manifiestan dudas y sospechas sobre los motivos reales de Bush: el control y usufructo del petróleo iraquí y el contratismo de la "reconstrucción", ampliamente confirmados por los acontecimientos y por millones de manifestantes europeos. Lo que no esperaba el equipo de Bush fue la amplitud y profundidad de la resistencia iraquí a la ocupación, que la Casa Blanca trata de superar por dos vías: la instauración de un "agente soberano" -avalado por la ONU- para cubrir con un manto de "legitimidad" los multimillonarios -y putrefactos- negocios de la "reconstrucción", y la ampliación de las operaciones de la OTAN a lo que la "nueva geografía petrolera" estadunidense llama "la nueva misión en el Gran Oriente Medio". Este desfiguro planteado por Estados Unidos en Estambul es parte de la política exterior a la medida de la codicia de las petroleras e incluye también a Pakistán y Afganistán. Que Bush recurra oportunistamente a un instrumento multilateral -todavía dominado por Washington- es un reflejo de los límites del poder militar estadunidense ante una resistencia como la iraquí que, por la magnitud de la agresión imperialista, se regionaliza.

Bush promovió en Estambul esta "nueva misión" y la reticencia europea, especialmente de Francia y Alemania, no se hizo esperar. Aunque el operativo "diplomilitar" de Bush en Turquía es presentado con bombos y platillos electoreros a la opinión pública estadunidense, no logró nada que ya no estuviera ocurriendo: como compromisos individuales de algunas naciones para el adiestramiento, en terceros países, de las fuerzas de seguridad del gobierno interino. Teniendo en mente el rechazo del electorado europeo a la guerra contra Irak en general, y la debacle política de Aznar y Blair, en particular, la reserva europea ante la "nueva misión" es de lo más explicable. Por su dependencia del petróleo de Medio Oriente, para ellos es vital una buena relación con el mundo árabe y con la creciente población musulmana, que radica y crecientemente vota en el viejo continente.

Existen dos escuelas de pensamiento en torno a la "nueva misión" de la OTAN en el Gran Oriente Medio: la de quienes piensan que con ello se supera la crisis de identidad y la de los que sostienen que ante la falta de sostén europeo (interno y externo) para la "nueva misión" se acelerará la desintegración de la alianza.

jueves, 24 de junio de 2004

Fox y la resistencia iraquí

John Saxe-Fernández
la Jornada.
México 24 de junio de 2004.

Cuando recrudece la crisis moral, política y militar que abate al gobierno de Bush en el ámbito doméstico e internacional, resultado, entre otros factores, de la resistencia iraquí a la ocupación militar, se intensifica el sometimiento de Vicente Fox a la política de fuerza de Estados Unidos hacia América Latina, el Caribe y el mundo. A su endoso del proyecto de "integración energética de América del Norte", que conlleva un inconstitucional esfuerzo del primer mandatario "mexicano" a favor del desmantelamiento y privatización de facto del complejo petroeléctrico del país, se suma su entusiasta apoyo al TLCAN, al Plan Puebla-Panamá, al ALCA y a los esquemas del Pentágono en América del Sur por medio del Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina. Lo que se perfila como otra gran capitulación de la política exterior en Irak, rápidamente se transforma en un problema serio para la seguridad nacional mexicana, según evidenció la tolerancia del Ejecutivo en torno a la presencia de personal policial estadunidense en las terminales aeroportuarias.

Pero ahora, tal parece que Fox está decidido a instalarse en el peligroso nicho de palero de Washington en Irak que dejara desocupado Aznar, por medio de una "asesoría electoral" al gobierno interino. Washington sabe que la seguridad en México se agrava con cualquier apoyo tácito o explícito a esa feroz ocupación colonial, por lo que, además del giro en la política hacia Irak, también auspicia una "reforma" del aparato de "seguridad" mexicano que fácilmente puede generar un Estado policial "antiterrorista". Esto duele después del saludable distanciamiento del gobierno ante las operaciones propagandísticas y castrenses que desembocaron en la agresión contra Irak. Ahora Fox revira ofreciendo -como también está haciendo en Colombia- una cubierta "diplomático-electoral" a una infame ocupación militar totalmente alejada de los principios de la política exterior mexicana centrados en la "no intervención" y formalizados en la Carta Magna.

La desactivación de los fundamentos de una política exterior ejemplar, desarrollada a lo largo de la historia nacional, es una grave pérdida de soberanía, una tendencia, gestada al calor del TLCAN y de "relaciones carnales" con el aparato diplomático y de inteligencia estadunidense, observada desde el salinato y durante la bochornosa estadía de Jorge Castañeda junior en Tlatelolco. Ahora se expresa de nuevo, ofreciendo respaldo al montaje de propaganda imperial en torno a la "democratización de Medio Oriente" de Bush, mediante un programa de "asesoría electoral", que, a partir de la experiencia del IFE, el gobierno de Fox se comprometió a otorgar a funcionarios del gobierno interino de cara a las elecciones programadas para 2005.

Recuérdese que se trata de un gobierno títere repudiado por la población iraquí e impuesto por obra y gracia de la bota militar de Washington. La falta de empatía de quienes dentro o fuera del gobierno de Fox apoyan esta iniciativa no puede ser mayor ni más irresponsable. Imagínese el lector lo que sentiría si la situación fuera a la inversa. El equivalente sería que, México, país demográfica y geográficamente mucho más grande que Irak, estuviera ocupado por más de 300 mil tropas estadounidenses, después de que el Distrito Federal, Monterrey, Guadalajara y las principales ciudades del país hubiesen sido sometidas a un bombardeo con 75 mil bajas civiles mexicanas, las morgues y los hospitales atestados de muertos y mutilados y las tropas y tanques estadunidenses patrullando las calles, bombardeando a la población patriota y ocupando todas nuestras instalaciones petroleras. En medio de estas atrocidades, con cientos de miles de mexicanos en las cárceles, sometidos a ejecuciones y torturas y con un gobierno "interino" impuesto por Washington, se decide promover "la democracia" y de inmediato el gobierno de Irak, al mando de un country manager del programa privatizador del Banco Mundial, una especie de Fox iraquí, decide agraciarse con el imperio brindando "asesoría electoral" al gobierno interino de cipayos mexicanos.

Esa sensación de desprecio y rechazo es la que siente hoy la resistencia iraquí en torno a la torpe adherencia de Fox a esta iniciativa propagandística estadunidense. Peor aún: lo hace en momentos en que cada día se dan a conocer más evidencias de que el objetivo real de Bush al invadir a Irak tenía muy poco que ver con la democracia, los procesos electorales o las armas de destrucción masiva de Hussein, sino, como apunta Tariq Alí (Memoria, junio de 2004) con hacer un ejercicio de poder imperial y con el apoderamiento del mercado iraquí y del petróleo. Más grave: los análisis militares indican que a la resistencia europea contra la ocupación nazi le tomó varios años alcanzar la fase que la resistencia iraquí logró desde la primera semana. Así, el giro de Fox ocurre cuando todo indica que la resistencia ha crecido y existen las condiciones para transformarla en un gran movimiento de liberación nacional.

jueves, 10 de junio de 2004

Bush: guerra y crisis

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 10 de junio de 2004.

Nunca como hoy ha sido tan profunda la crisis moral y la vulnerabilidad económico-estratégica que enfrenta Estados Unidos, resultado de su atroz agresión contra Irak. Las torturas y la masacre de civiles destrozaron cualquier vestigio de decencia y de civilidad colocando a Bush en el nicho de los déspotas que han asolado al mundo.

La situación es peligrosa por la torpeza y oportunismo instalados en la oficina oval, cuando el desorden es de orden mayor en lo interno y en lo externo. Para encubrir el desastre de los organismos de inteligencia, tanto en torno al 11-9 como por el tropezón de las armas de destrucción masiva, Bush optó por la salida más fácil, de cara a las elecciones presidenciales: la renuncia del director de la CIA, George Tenet y, poco después, del principal encargado de las "operaciones" de esa entidad, dedicada a la articulación de esquemas "clandestinos", denominados así por violar el derecho penal internacional y constitucional.

Como instrumento de la presidencia, la CIA está para espiar y "crear eventos" por medio del terrorismo de Estado -que incluyen sabotaje, asesinatos y otros crímenes-, según "el placer del presidente". No es que Tenet haya ofrecido información maquillada y falsa que llevó a Bush y a su equipo a desatar la guerra contra Irak. Esa decisión, así como la de ocupar su vasta reserva petrolera ya estaban tomadas, según testimonio del ex secretario del Tesoro. Lo que Tenet hizo fue "fabricar" la evidencia para justificar la embestida imperial.

De igual manera, entre enero y el 11 de septiembre de 2001, ahora se puede visualizar que el gobierno desalentó de manera sistemática y con las más variadas excusas los programas antiterroristas en marcha. No es algo atribuible sólo a "fallas de inteligencia".

En una entrevista publicada en Madrid, W.Clarke, ex zar de la lucha antiterrorista, afirmó que personalmente advirtió a Bush, "no menos de 40 veces", sobre el peligro de un ataque de Al Qaeda en territorio nacional. Pocas semanas antes de los atentados, el fiscal John Ashcroft, aparentemente enterado de los peligros que se cernían sobre la aviación comercial, giró instrucciones para utilizar sólo aviones privados en sus viajes.

En el terreno internacional, para librar el atolladero generado por la resistencia iraquí a la ocupación, eso sí, sin dejar de mantener ocupada militarmente la segunda reserva petrolera del planeta, de manera oportunista Bush logró la aprobación de la resolución 1546 del Consejo de Seguridad para "legitimar" al "gobierno interino" impuesto por la Casa Blanca y las condiciones bajo las que permanecerán las tropas de ocupación a partir del 30 de junio. Es un error grave avalar lo que a todas luces ha sido una guerra de conquista, el "crimen de guerra mayor" contemplado por el derecho internacional.

Para la población iraquí, el gobierno interino es un fraude integrado predominantemente, al igual que el anterior, por exiliados -algunos, como el nuevo ministro de comunicaciones, con residencia en Cambridge, Massachusetts, donde está registrado como votante, o el ministro de electricidad, quien mantiene su casa en los suburbios de Chicago, o el de industria y minerales que residió en Estados Unidos de 1979 a 2003-, todos dirigidos por Iyad Allawi, un primer ministro operativamente vinculado a la CIA. Es un "gobierno" signado por la colonialidad. Como ilustran F. Stockman y T. Cambis, del Internacional Herald Tribune, "la mayoría de los ministros se sienten británicos, americanos o franceses. Muy pocos de ellos son iraquíes".

El resentimiento de la población con esta regresión colonial es intenso. Bush y Blair se salieron con la suya: lograron el endoso internacional y cuentan con "un agente soberano", con el cual ellos y sus empresas pueden "negociar" y proceder con sus contratos de "reconstrucción". Imposible soslayar su éxito para mantener una ocupación colonial centrada en dos pilares: el manejo militar del territorio iraquí mediante una coalición dirigida por el Pentágono y la conducción de la política económica, incluyendo un programa de empréstitos y privatizaciones de los recursos petroleros, por medio del FMI y el Banco Mundial.

A las reuniones periódicas, convocadas para el reparto de los contratos de "reconstrucción", asisten los entusiastas representantes de más de 500 empresas -fundamentalmente estadunidenses-, que aspiran a llevarse una tajada del cuantioso botín iraquí.

El Consejo de Seguridad comprometió la paz mundial. Avaló en los hechos la estrategia de la "autodefensa anticipatoria" y de manera torpe interviene, mientras Irak, cuya población ha sido brutalmente agredida, se mantiene ocupada por cerca de 160 mil soldados estadunidenses y un vergonzoso contingente de republiquetas, encabezado por las fuerzas armadas de su majestad, por iniciativa e impulso de un primer ministro en bancarrota moral y política, en una operación irresponsable, alentada, de principio a fin, por la codicia y signada por la ilegalidad y la más grosera manipulación informativa.

viernes, 4 de junio de 2004

Cuba en la Tercera Cuenca

Saxe-Fernández John
Publicado en América Latina.
4 de junio de 2004.

Preámbulo. La soberaní­a cubana versus la geopolítica imperial[i]

En 1959 y como uno de los resultados esenciales de la Revolución, se afianza y consolida la soberanía cubana. Las medidas adoptadas en torno al control y usufructo nacional de la riqueza, hasta entonces enajenada a empresas extranjeras, que van concretándose a lo largo del periodo revolucionario, representan un acontecimiento de primera magnitud en el ámbito nacional, regional y mundial. Su impacto en las relaciones cubano-estadounidenses será profundo, especialmente por la continuidad del endoso de la Revolución cubana a principios universales consagrados en el Derecho Internacional Público paralelamente con el rechazo expí­cito de Estados Unidos a tal normatividad y su adherencia a los lineamientos de la doctrina Monroe. Me refiero a la sistemática e histórica oposición de Washington a conceptos fundamentales, como el refrendado por la Asamblea General de las Naciones Unidas (resolución 2625 del 24 de octubre de 1970), en el que se declara la igualdad soberana de los Estados, la libre determinación de los pueblos y la obligación de todo Estado de no intervenir en los asuntos que no sean de su jurisdicción interna. Explí­citamente se señala que ningún Estado puede aplicar o fomentar el uso de medidas económicas, políticas o de cualquier otra í­ndole para coaccionar a otro Estado a fin de lograr que subordine el ejercicio de sus derechos soberanos y obtener de él ventajas. Todo Estado tiene el derecho inalienable de elegir su sistema político, económico, social y cultura, sin injerencia en ninguna forma, por parte de ningún otro Estado[ii].

Antes de proceder a ejemplificar algunos aspectos de la geopolítica estadounidense hacia Cuba, es necesario tener presente la relativa persistencia de la hostilidad estadounidense hacia la soberanía cubana, ya sea con presidentes republicanos de lí­nea moderada (Eisenhower), de la nueva derecha (Reagan-Bush padre) o demócratas, populistas y belicistas como John F. Kennedy y Lyndon Johnson. Es una caracterí­stica que se prolonga hasta nuestros dí­as. Una reseña de prensa sobre cómo este tema se ha enfocado desde la perspectiva de las estrategias electorales de demócratas y republicanos con miras a las elecciones presidenciales de 2004, se señalaba que Cuba está una vez más en la mira de la elección presidencial estadounidense, ya que demócratas y republicanos compiten para ver quién es el más anticastrista en su juego para ganar el voto cubano estadounidense de Florida[iii]. Se comenta que el senador John Kerry, virtual candidato presidencial demócrata, busca ocupar una posición más a la derecha que el presidente George W. Bush en torno a la relación con Cuba y ha lanzado una serie de críticas contra su contrincante en la Casa Blanca por su débil posición hacia Fidel Castro y Hugo Chávez. Kerry emitió un comunicado en el cual criticó al presidente venezolano por su cercana relación con Fidel Castro[iv].

Se trata de una continuidad que nos obliga a revisar los fenómenos y las fuerzas económicas, políticas y militares que están en la base de esta pauta. La postura de Washington de cara a la soberaní­a y a la independencia de Cuba se ha orientado, históricamente, a su extinción y a transformar la isla en un protectorado[v]. Ello fue cierto antes de que existieran naciones comunistas, persistió durante la vigencia de la URSS y se profundiza ahora, después del colapso soviético. De la misma manera, el impulso para establecer una zona de exclusividad comercial y de inversiones, con la intención de conservar y profundizar el control de las grandes firmas estadounidenses sobre los recursos humanos y materiales ha sido un rasgo permanente de la geografía política[vi] de Estados Unidos.
La geopolítica imperial

A lo largo de la historia estadounidense, tanto liberales como conservadores se han guiado por esta concepción centrada en los intereses del alto empresariado capitalista, como puede ejemplificarse abundantemente al revisar la turbulenta historia de las relaciones poí­tico-diplomá¡ticas, económicas, comerciales, financieras y militares de Estados Unidos y su presidencia imperial[vii] con México, el Caribe, Colombia y Venezuela. En el caso de Cuba, es notable la pauta imperialista que ha caracterizado la proyección de poder estadounidense desde principios del siglo XIX hasta las más recientes manifestaciones presentadas y discutidas en el apartado final de este trabajo.

Desde sus orígenes durante la república imperial jeffersoniana, la gran estrategia tuvo expresiones demográ¡ficas y geográ¡ficas precisas y todas fueron volviéndose compatibles con las necesidades materiales exigidas por los diversos estadios del desarrollo del capitalismo estadounidense, desde su condición de "semiperiferia" del Imperio Britá¡nico, a la de nación capitalista en ascenso hegemónico después de la Guerra Civil y a la de nación "líder" del sistema capitalista internacional después de las dos grandes guerras del siglo XX[viii]. El sometimiento económico, político y militar de México, Centroamérica y el Caribe se da en función de este proceso de ascenso hegemónico; de aquí­ que las expresiones latinoamericanas de autodeterminación, los intentos de ejercer la soberaí­a sobre los recursos naturales estratégicos y la lucha por la vigencia de una jurisdiccionalidad propia hayan sido sistemá¡ticamente combatidos por EU. Los estudios que se han encargado de analizar estos procesos distinguen cuatro etapas en la articulación de la geopolítica imperial: 1) que el ejército de Estados Unidos debe dominar completamente América del Norte; 2) que no debe existir ninguna otra potencia o grupo de potencias en el hemisferio occidental con capacidades económico-militares para poner en entredicho la hegemonía de Estados Unidos; 3) que la marina de Estados Unidos debe tener la capacidad de mantener Eurasia fuera del hemisferio occidental; y 4) que ninguna nación euroasiá¡tica debe ser capaz de poner en dificultades el dominio estadounidense sobre los oceanos, lo que se logra orientando sus energías hacia las amenazas y las guerras terrestres dentro de Eurasia[ix]. Estos cuatro puntales de la estrategia hemisférica y mundial se concretan a lo largo del siglo XX, y especialmente durante la Guerra Fría, pero entran en crisis, especialmente a partir de lo que los economistas perciben como el inicio de una crisis estructural desde el decenio de los setenta del siglo pasado, y como resultado de varios factores, entre ellos el resurgimiento económico y militar “y monetario", europeo y asiá¡tico y una profunda crisis vinculada con la creciente dependencia estadounidense de materia prima estratégica, especialmente los combustibles fósiles, localizada fuera de su jurisdicción territorial.

Cabe mencionar que el cuarto objetivo ha sido bastante problemá¡tico, dada la enorme dificultad, mostrada a lo largo de la Guerra Frí­a en los conflictos de Corea y posteriormente de Vietnam[x] “y ahora en Kosovo, Afganistán e Iraq", para lograr el manejo o, mejor aún, la manipulación de la balanza de poder en Eurasia.

El asedio a Cuba. ¿Por qué?

Es en este marco de dominio y crisis imperial en el que es indispensable analizar el continuo asedio estadounidense sobre Cuba.

Primero, porque Cuba se ha mantenido como un sí­mbolo de la vulnerabilidad de Estados Unidos, en un medio ambiente en el que es clara la reticencia estadounidense de soportar altos niveles de bajas, dentro o fuera del hemisferio occidental. Como lo plantean varios análisis estadounidenses, la escasa población de Estados Unidos comparada con la euroasiática, hace virtualmente imposible a los dos y medio millones de soldados y reservistas involucrarse en guerras de larga duración en Eurasia, aun en las condiciones más favorables. Más aún, Estados Unidos tiene que utilizar una gran proporción de su población en la manufactura y transporte de materiales bélicos, debido a las enormes distancias del campo de batalla. Incluso, durante una movilización total, como la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tuvo que dedicar la mayoría de sus fuerzas al apoyo logí­stico y a la defensa de las líneas de suministro[xi]. Durante las guerras de Corea y Vietnam, fue impactante la insuficiencia demográfica y aunque en la de Vietnam el Vietcong sufrió diez bajas semanalmane por cada soldado estadounidense muerto, los 200 o 300 marines que cada semana retornaban a casa en bolsas negras resultaron un costo social y políticamente inaceptable. La postura de Estados Unidos a lo largo de todas sus intervenciones militares en Eurasia ha sido la de colocar el peso de los muertos en sus aliados o en fuerzas mercenarias. Durante la Primera y Segunda guerra mundial, Francia e Inglaterra cumplieron tal función. En la Segunda Guerra mundial la Unión Soviética y los europeos sufrieron abrumadoramente las bajas, y algo similar ocurrió en Corea y Vietnam, operaciones militares de gran envergadura en las que Washington se esforzó por limitar al máximo posible sus bajas a base de utilizar, armar, organizar y adiestrar para la batalla a los ejércitos aliados.

En este entorno, Cuba se presenta como una espinita atorada en la garganta washingtoniana por dos razones geopolí­ticas centrales; una de orden hemisférico y la otra mundial: primero, porque el régimen revolucionario mantiene una enorme capacidad de movilización político-militar como resultado, entre otros muchos factores, de la continua agresión económica y de los operativos clandestinos estadounidenses contra Cuba, que abarcan a lo largo de cuatro decenios medidas de terrorismo, incluyendo el terrorismo biológico[xii]. Washington ha recurrido a las operaciones clandestinas y a la desestabilización económica porque, además de las considerables bajas que sufrirí­a en una hipotética invasión contra la Isla, un escenario militar requeriría atar a cientos de miles de soldados al teatro de operaciones cubano, no sólo durante la mencionada hipótesis, sino a lo largo de una prolongada ocupación. Además, considérese que el ejemplo cubano en América Latina y el Caribe es inaceptable para Washington. Si una pequeña isla con 11 millones de habitantes, localizada a sólo 90 millas, ha sido capaz de disuadir a la mayor potencia hemisférica de una invasión militar, aun después del colapso soviético y de toda su estructura económica internacional, ¿qué pasaría si mañana llega al poder un gobierno decidido a defender el derecho al desarrollo económico, la industrialización, la soberaní­a y la independencia en Brasil, con más de 160 millones de habitantes y un territorio de 8 millones de kilómetros cuadrados “poseedor además del 20 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta y de la principal reserva de biosfera", o de México con 100 millones, de Argentina o de naciones de tamaño medio, pero de enorme importancia geoestratégica como Colombia, Perú, Venezuela, Chile o Bolivia?
Cuba y la Tercera Cuenca

Desde la perspectiva imperial estadounidense, una Cuba con capacidad polí­tico-militar endógena que le permite ser independiente y soberana representa un obstáculo a su dominio sobre el Caribe y sus recursos, aunque cuente ilegalmente con la base de Guantánamo. El Caribe es una pieza central de la estrategia oceánica de Estados Unidos, ya que es el vínculo entre este paí­s y el teatro de operaciones militares en el Atlántico. El envío de combustibles, materiales estratégicos y bélicos en tiempos de paz y el tránsito de las fuerzas estadounidenses hacia Europa en tiempos de guerra hacen que el dominio sobre las líneas de comunicación marítima del Caribe, el Golfo de México, el Canal de Panamá y, eventualmente, el Istmo de Tehuantepec, resulten vitales en la planeación oceánica de Estados Unidos [xiii]. El Caribe es el ví­nculo con el Atlántico, donde se concentran algunas de las principales operaciones navales en virtud de que la principal alianza de Estados Unidos, la OTAN, está predicada sobre la seguridad de las rutas marítimas, en tiempos de paz y de guerra. Hoy en dí­a, operan más submarinos estratégicos en el Atlántico que en ningún otro oceano [xiv].

Además, el Golfo de México se ha posicionado, según las más recientes evaluaciones geológicas[xv], como una de las principales cuencas petroleras del planeta, sólo después de la del Golfo y la del área transcaucásica. Como lo ha señalado Fabio Barbosa, aunque el Golfo de México es una de las zonas más intensamente exploradas y perforadas del mundo, apenas recientemente se cuenta con la información necesaria para concluir que es una de las áreas con una alta concentración de hidrocarburos, por lo que bien puede considerarse como una nueva "frontera emergente", es decir, que es parte de lo que David Rainey, gerente de exploración de British Petroleum, califica como "una nueva geología y una nueva geografía petrolera" [xvi]. Los geólogos mexicanos no han dudado en definir el Golfo de México como una de las tres más grandes provincias petroleras del mundo [xvii], lo cual, como indica Barbosa, es destacable, porque en los debates sobre los llamados "hoyos de Dona" [xviii], con frecuencia se minimizó la de México del orden de entre 43 mil y 59 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente acumulado en rocas del Terciario y Mesozoico [xix]. Para el Golfo, que además de la mexicana incluye las respectivas zonas de Estados Unidos y Cuba, la cifra estimada asciende a poco más de cien mil millones. Cabe aclarar que el término "hoyos de Dona" se utiliza para denominar "una lí­nea extrañamente discontinua" consistente en dos porciones, la occidental y la oriental, que rebasaron las 200 millas correspondientes a México y Estados Unidos, y los lí­mites, en estas porciones, que no se negociaron en el Tratado sobre la Zona Económica Exclusiva de 1977. Es decir, no se trata de "hoyos" ni tienen forma circular o de "dona". Durante el "idilio" que caracterizó la relación especial entre el gobierno de Salinas y el aparato de seguridad nacional de Estados Unidos bajo Bush padre, se hicieron concesiones secretas en las delimitaciones de los hoyos de Dona, mismas que fueron denunciadas en su oportunidad por el senador José Angel Conchello, principal impugnador desde el PAN, del Fobaproa, quien pereció en un extraño accidente automovilístico [xx]. Sobre este grave asunto, Fabio Barbosa comenta que por años se ocultaron al pueblo de México los pormenores de estos "arreglos", formando parte de lo que calificamos como la diplomacia secreta. Presumiblemente el primer gobierno de los Bush pretendía dejar fuera de la negociación al gobierno de Cuba, pues sorprende que se señalan claramente "dos zonas" y no se haga ninguna mención a ese tercer paí­s con derechos incuestionables sobre la Dona Oriental [xxi]. Así­, la participación cubana no es menor y, para consternación de los intereses articulados por el gobierno de Bush, esta nación ha empezado a establecer relaciones con consorcios, como Petrobras, de Brasil, que dominan la tecnologí­a para la perforación marí­tima profunda. Se trata de formaciones geológicas, en que colindan las jurisdicciones de los tres países y en las que las empresas petroleras estadounidenses han iniciado actividades de perforación que afectan los intereses de las otras dos naciones, por lo que se conoce como "el efecto popote", entendido no tanto como la perforación "horizontal" sino debido al drenaje ocasionado por la gravitación, a favor de quienes se adelantan en la extracción del crudo en grandes yacimientos con las mencionadas colindancias. Una reflexión final.

Cuba en la mira imperial

Considerando el notorio y abrupto agotamiento de la reserva petrolera de Estados Unidos como uno de los elementos centrales en su creciente proyección de poderío militar hacia el Oriente Medio “especialmente aquél concretado en Iraq sobre cuya reserva probada de cerca de 110 mil millones de barriles existe gran interés por parte de empresas petroleras y de servicios i­ntimamente vinculadas a la Casa Blanca de Bush", es necesario agregar el factor geoestratégico que representa la participación cubana en los recursos petroleros de la "tercera cuenca" y su impacto en la planeación militar del gobierno de Bush y de los intereses petroleros que representa hacia Cuba y sus riquezas de hidrocarburos en la Dona Oriental. Podrí­amos afirmar que el peligro de una operación contra la isla se ha acrecentado como resultado de la "nueva geografí­a petrolera" del Golfo de México, de la desmedida ambición y codicia por el petróleo cubano “y mexicano" y de la peligrosa proclividad hacia el unilateralismo de la camarilla que hoy domina las decisiones de la Oficina Oval. Es notorio que el equipo de seguridad nacional de George W. Bush ahora argumente que "después del 11-09" ha desaparecido el "si­ndrome de Vietnam", es decir, el rechazo de la población y de la cultura polí­tica a las bajas como resultado de operaciones militares en el exterior. Este argumento es presentado en medio de continuos y crecientes esfuerzos del Pentágono por limitar, al máximo, la cobertura de la prensa y los medios sobre los cientos de muertos y miles de heridos y mutilados que mes a mes ingresan a las morgues y a los hospitales militares como resultado de la guerra de ocupación contra Iraq. A esto es necesario agregar, como bien lo ha documentado Gian Carlo Delgado Ramos, que una acción militar contra Cuba bien podría ser una carta ante un escenario electoral dramático y daría las señales de su posibilidad el informe de países terroristas que EUA dará a conocer en mayo de este año y en el que seguramente incluirá a Cuba, de ahí­ que Fidel Castro considere que "estamos en un momento de gran peligro" [xxii].

Este pronunciamiento fue hecho durante la clausura del VI Encuentro Internacional de Economistas Latinoamericanos en el que el mandatario cubano presentó un impresionante recuento de los informes de las agencias noticiosas que daban fe de las discusiones del equipo de "seguridad nacional" de Bush, sobre varios esquemas que impulsa la Casa Blanca como parte central de su campaña contra la Revolución Cubana: unos en torno a los medios idóneos para asesinarlo o "acelerar el deterioro de su condición física" y, otros, sobre los operativos psicológicos, económicos y militares adecuados para gestar un "regime change". Recuérdese que, en octubre de 2003, Bush puso en marcha una "Comisión de ayuda a una Cuba libre", con Colin Powel a la cabeza, encaminada a "ayudar a identificar y alentar medidas para desarrollar un plan de asistencia ágil y decisiva a una Cuba posterior a la dictadura" [xxiii]. Castro describió estas maquinaciones ante mil 400 atónitos profesionales provenientes de 43 países, incluyendo a dos premios Nobel en economí­a y representantes de 14 organismos internacionales.

Es cierto que el recrudecimiento de la campaña contra Cuba tiene fuertes tintes electorales, lo que podrí­a sugerir su naturaleza coyuntural y efí­mera. Algunos plantean que el empantanamiento de Bush en Iraq haría poco factible una aventura contra Cuba, pero la intensidad de los operativos que despliegan la CIA y el Pentágono en Guantánamo y ahora en Haití indican que tal propuesta es apresurada. Primero, porque desestima el orden de magnitud de lo que ocurre: estamos frente a un equipo "delincuencial" que no ha dudado en usar el terror de Estado en el orbe ni en relanzar el programa de asesinatos políticos en el exterior ni ha vacilado en violar abiertamente el Derecho Internacional ni en engañar a la opinión pública y al Congreso de su paí­s ejecutando operaciones encubiertas para justificar una genocida "guerra de autodefensa anticipatoria" contra Iraq, con el falso argumento de las armas de destrucción masiva. Como a la camarilla hitleriana que asoló el mundo hace más de medio siglo, no ha temblado la mano a los que operan desde la Oficina Oval para realizar operativos que ya han costado más de diez mil ví­ctimas civiles inocentes y cerca de cuatro mil soldados iraquí­es muertos, más de quinientas bajas estadounidenses y miles de heridos de ambos lados.

Gente de antecedentes penal-constitucionales tan cuestionables como Roger Noriega y Otto Reich, este último, el principal responsable de América Latina en el Departamento de Estado, desde hace meses ha venido reiterando la infundada acusación de que Cuba está tratando de dotarse de armas biológicas. Ante la Fundación Heritage, Reich afirmaba que la isla "tiene, al menos, un programa limitado de investigación y desarrollo de armas biológicas ofensivas y nosotros basamos esto en informaciones que poseemos por lo cual representa una amenaza para la seguridad nacional estadounidense". Luego agregó, sin rubor, que "Cuba es un paí­s que patrocina el terrorismo" [xxiv]. Reich ha sido incapaz de ofrecer las evidencias al respecto exigidas por el Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental del Senado, cuyo presidente, el Senador Christopher Dodd, advirtió al gobierno de Bush "evitar la tentación de jugar a la polí­tica con argumentos que no están justificados, sobre todo porque no se presentan las pruebas" [xxv]. Pero Reich, inspirado en las mismas fuentes y ardides del aparato de inteligencia que llevaron a Tony Blair a afirmar que Iraq podría desplegar armas de destrucción masiva "en cuarenta y cinco minutos", afirma, con la misma cara dura del pelele inglés, que Cuba posee un programa de desarrollo de armas biológicas que "es muy fácil de transformar, y en una hora pueden desarrollarse agentes químicos y biológicos para buenos propósitos (fabricación de medicamentos por ejemplo), y que también rápidamente pueden convertirse en armas" [xxvi]. En los últimos meses, Bush ha intensificado el asedio mediático, las operaciones de guerra psicológica a las que se han plegado "intelectuales y escritores de oportunidad", mientras recrudece el acoso económico.

En este contexto, téngase presente que, según una nota del Nuevo Herald que discute sobre las "recetas" que se sugieren al presidente Bush ante escenarios poco alentadores para las próximas elecciones presidenciales, se suscribe que "el presidente debe emprender decisivas acciones" (entre las que está) el súbito derrocamiento sin anuncios previos y sin apelaciones al Consejo de Seguridad de la ONU de un tirano local, digamos Fidel Castro, un par de meses antes de las elecciones, (para) propulsar notablemente la imagen de invencibilidad que ya Bush ha proyectado antes...xxvii]. Finalmente, téngase presente, como se indicó, que EU mantiene y el gobierno de Bush ha incrementado de manera más que imprudente, enormes compromisos militares en el orbe, experimentando hoy un profundo y prolongado entrampamiento militar en Iraq, resultado de una guerra de agresión unilateral que ha concitado el rechazo popular (recientemente puesto en evidencia por el voto de castigo a Aznar por parte del electorado español) y lo ha alienado de la comunidad internacional. Son demasiados compromisos y costos en sangre y tesoro para sus capacidades reales. Esto significa que requiere del dominio sobre el hemisferio occidental, de sus recursos naturales, de su economí­a, de su infraestructura, especialmente en su entorno inmediato, la América del Norte y el Caribe, con el Golfo de México y sus recursos petroleros como pieza central. El TLCAN, el PPP, el Plan Colombia, el proliferante rosario de bases militares en América Latina y el Caribe y la propuesta de un ALCA son expresiones claras de ello. Sin embargo, nunca ha sido más compleja y problemática la proyección de poderí­o estadounidense en nuestra área. Así­ se percibe en los movimientos populares contra la llamada globalización neoliberal “en realidad, son grandes movimientos antimperialistas en gestación", la presencia de gobiernos no tan dúctiles si no es que abiertamente crí­ticos de la política exterior de EU, en Brasil, Argentina y Venezuela y el hecho mismo de que la explotación económica de la población latinoamericana y del Caribe ha llegado ya a un punto que trasciende los límites de la tolerancia histórica y política. En este medio, una operación militar para generar "un cambio de régimen" en Cuba generarí­a un repudio regional e internacional y una resistencia cubana de insospechadas dimensiones, pero esto no ha inhibido las acciones unilaterales, aventureras y abiertamente transgresoras del Derecho Internacional del actual gobierno estadounidense. La agresión contra Cuba requeriría el retiro de Estados Unidos de Iraq, algo que el gobierno de Bush espera concretar a mediados de este año, que es periodo de comicios presidenciales. Como lo ha indicado el comandante Castro, el peligro de una agresión aumenta en un año electoral en el cual Bush, hoy en día en desventaja respecto al candidato demócrata, decidiera poner en marcha algún esquema de provocación, por ejemplo una pretendida "agresión terrorista cubana de corte biológico o quí­mico" contra EU, para justificar un acto espectacular que le redituara electoralmente. Los costos serí­an inconmensurables y, entre ellos, cabrí­a considerar un boomerang electoral, como el que afligió a Aznar. Cabe tener presente que vivimos en un entorno mundial caracterizado por crecientes fisuras intercapitalistas entre Estados Unidos, Europa y Asia. En este medio, el tipo de movilización polí­tico-militar que desde 1959 ha sido el fundamento de la soberaní­a y la independencia de Cuba resultará algo más que una incomodidad, por la cantidad de bajas estadounidenses que ocasionarí­a una invasión (el Pentágono las estima en decenas de miles). Además, téngase presente que, en la actual coyuntura caribeña y latinoamericana, en que es obvio el estrepitoso fracaso del esquema económico impulsado por Washington por medio del FMI-Banco Mundial y el BID, Cuba representa un claro indicador para todo programa encaminado a la construcción social de alternativas ante la devastación imperial que han sufrido los pueblos latinoamericanos durante los últimos decenios. Los costos de una agresión contra Cuba serí­an todaví­a mayores y se extenderían, como un reguero de pólvora, a lo largo y ancho del continente.