jueves, 27 de mayo de 2004

Guerras por los recursos

John Saxe Fernández
La Jornada.
México 27 de mayo de 2004.

Con este título se publicó en español (Urano, 2003) el libro de Michael T. Klare en el cual plantea que un análisis preciso de las tensiones internacionales sólo puede realizarse teniendo presente la creciente disputa por el acceso y control de recursos naturales como petróleo, gas natural, minerales, agua y biodiversidad. Quien revise la historia de las relaciones internacionales en decenios recientes, particularmente después del embargo petrolero de 1973, pronto descubrirá que no se trata de algo ''nuevo'', producto de una ''globalización'' abstracta, sino, como documenta Gian Carlo Delgado-Ramos en Biodiversidad, desarrollo sustentable y militarización (Plaza y Valdés, 2004), de una nueva geografía imperialista que impacta directamente la planeación militar y empresarial de los centros capitalistas y, de manera particular, de Estados Unidos, que desde 1945 experimenta un pronunciado agotamiento de sus reservas naturales, especialmente del petróleo.

Según Klare, ''de trazarse adecuadamente, ese mapa realmente delinearía los lugares donde hay mayor probabilidad de que estallen luchas armadas en los años venideros''. No se trata de una relación causal simple, ya que ''la sola presencia de recursos estratégicos en un área determinada no significa que habría un estallido de conflicto, sino que deben considerarse factores como la relativa estabilidad de los países o regiones implicados, la historia de las relaciones entre ellos y el equilibrio militar del área en cuestión''. Sostiene, asimismo, que existe un hecho indiscutible: a medida que crece la presión económica por el acceso a esos recursos, aumenta también el potencial para el conflicto. Indica que el apetito por recursos vitales (hidrocarburos, minerales, agua, biodiversidad) se está ensanchando con mayor rapidez que las disponibilidades de los mismos. Es una escasez crónica que se correlaciona ''con una mayor competencia por el acceso a los suministros restantes de esos bienes''.

El caso del petróleo es central y en la historia reciente de Medio Oriente -primera cuenca petrolera del planeta-, así como de México y Venezuela, se obtienen abundantes ejemplos del uso de instrumentos imperialistas de proyección de poder, tanto militares como no militares, para, en palabras del aparato de seguridad estadunidense, ''...asegurar el acceso a los suministros de petróleo del exterior''.

Planteado así, antes del arribo de George W. Bush a la oficina oval se hacía referencia a ''la necesidad de estabilidad y seguridad regionales en áreas claves de producción, a fin de garantizar nuestro acceso a esos recursos tanto como su libre circulación''. La retórica del discurso queda corroborada con las ofensivas militares imperialistas desplegadas por Bush en Afganistán e Irak, profundamente desestabilizantes del medio ambiente regional y global.

No es casual que la primera operación diplomilitar del texano, una vez juramentado presidente, fue su visita al rancho de Vicente Fox, no sólo para girar instrucciones desde México para un ataque aéreo contra Irak, sino también para discutir ''propuestas destinadas a aumentar el flujo de energéticos a Estados Unidos''. Se trata de una desarticulación premeditada y la privatización de facto de Pemex. Sin disparar un tiro o usar un solo marine: por conducto de Fox, Estados Unidos profundiza un amplio programa de préstamos condicionados del Banco Mundial (BM) y de asesoras como McKinsey, y que ahora llega a su clímax a través de los inconstitucionales contratos de servicios múltiples, el esquema de Pidiregas y el desmantelamiento de la petroquímica nacional mediante el derrumbamiento de las fracciones arancelarias de productos claves recientemente aprobados por el Senado ''mexicano''.

Pero si en algunos casos se utilizan medios no militares -que requieren la colaboración vergonzosa de una quinta columna neoliberal local- Klare y Delgado identifican en sus trabajos zonas de conflicto potencialmente militares por esos recursos -golfo Pérsico, cuenca del mar Caspio, mar de China meridional, además de Argelia, Angola, Chad, Colombia, Indonesia, Nigeria, Sudán y Venezuela, así como las rutas de buques cisterna y de oleoductos.
La disputa por los principales sistemas hidrológicos compartidos en los que se observan dos o más países, incluye sistemas fluviales como el Nilo, el Jordán, el Tigris y el Eufrates, el Indo y el Amú Daria. Klare considera acuíferos subterráneos que cruzan fronteras, así como las principales concentraciones de gemas, minerales y árboles maderables.

Un puntual análisis del fenómeno para México, Centroamérica, el golfo de México y algunos aspectos de Sudamérica ofrece Delgado en su indispensable libro, en el que muestra al público una detallada investigación sobre las riquezas naturales ahí presentes (agua, biodiversidad), los mecanismos no militares, empresariales y los despliegues castrenses, bases y operaciones que Estados Unidos y sus empresas utilizan para su control y explotación, como el Plan Puebla-Panamá, el Corredor Biológico Mesoamericano y el ALCA, así como el papel del BM en este saqueo de recursos vitales.

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