jueves, 22 de diciembre de 2005

Lista negra: ¿Un nuevo Watergate?

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 22 de diciembre de 2005.

Resulta notorio que durante la última semana Bush haya hecho cinco discursos confirmando, y luego tratando de justificar, la existencia de un programa ultrasecreto de intercepción electrónica, microfónica y telefónica desplegado por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, siglas en inglés) contra ciudadanos de EU y otros "sospechosos de terrorismo" en territorio nacional. Según se filtró a los medios, el esquema fue autorizado por Bush (y Cheney), sin siquiera el requerido aval judicial de una "corte secreta" encargada de estos asuntos, lo que apunta a la presunta inclusión, entre los blancos de espionaje, de un "amplio espectro" de personalidades, organizaciones e instituciones.

El reconocimiento público sobre este operativo y su "ultrasecreta lista negra" es asunto de orden mayor, cuyo antecedente es Watergate y el medio ambiente de abusos de "seguridad nacional": al igual que a Nixon, el caso que nos ocupa también le explotó a Bush como resultado de una "fuga de seguridad" y las repercusiones pueden ser nacional e internacionalmente vastas como indica el hecho -que irrita a Bus- de que en los pasillos de la política -y la legislatura- se empieza a usar el término "dictadura" para referirse a su gobierno. El affair se da en el contexto de un gobierno signado por el secretismo y lo clandestino, que hace que Nixon y su camarilla parezcan focos de transparencia y veracidad.

El "nuevo Watergate" ocurre cuando abundan graves y severas denuncias, como las del coronel Larry Wilkerson, ex jefe del personal de Colin Powel y ex director del Colegio de Guerra del Cuerpo de Marinos. Desde la conservadora New American Foundation, y en referencia a su experiencia durante los primeros cuatro años de Bush, dijo: "lo que presencié fue una cábala entre el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa Rumsfeld, que impacta asuntos básicos y toma decisiones que la burocracia no sabía que estaban siendo hechas... Nunca he visto algo semejante en mis estudios sobre las aberraciones, las ilegitimidades, las perturbaciones y cambios al proceso -de toma de decisiones- en materia de seguridad nacional" (Washington Post, 20/10/05). Tal parece que, al igual que en tiempos de Nixon, la cábala Bush-Cheney-Rumsfeld secuestró la Constitución y el reconocimiento de este hecho está en la base, por una parte, del rechazo legislativo para renovar y dar permanencia a la Ley Patriota que otorga a Bush potestades que alteran el equilibrio entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial establecido en la Constitución, y por otra, del creciente nerviosismo, si no es que alarma legislativa, en torno a abusos del poder amasado por la cábala bajo el impulso del 11/9, una operación terrorista en la que la actuación de sectores claves de la comunidad de inteligencia en "la no prevención" de los ataques (incluyendo de manera prominente a la NSA y "toda" la estructura que diseñó y operó el sistema para la vigilancia y monitoreo del espacio aéreo y satelital la mañana de ese fatídico día) todavía no se aclara. La intranquilidad es amplia y la expresó tanto el senador republicano Arlen Specter del Comité Judicial, quien anuncia que convocará a sesiones en enero para revisar el espionaje de Bush-NSA, como el senador demócrata John D. Rockefeller, quien dio a conocer copia de una carta secreta y sellada que envió a Cheney en 2003 rechazando el programa. Los recelos de republicanos y demócratas derivan del concurso del aparato clandestino en la usurpación que hace Bush de funciones legislativas y judiciales que rebasan en mucho las impulsadas por Nixon, cuyos blancos para la vigilancia incluyeron personalidades, instalaciones, organizaciones, grupos, documentos y material informativo del establishment político-empresarial, legislativo, intelectual y sindical.

En la eventualidad de que se materializara un acto de "terrorismo catastrófico" y dadas las propensiones autoritarias y herméticas del grupo en el poder, cabe mencionar lo que parece ser una premonición de Wilkerson: "Le hemos hecho la corte al desastre en Irak, Corea del Norte, Irán y en general en relación a crisis domésticas como Katrina. Si se diera un ataque nuclear terrorista u ocurriera una gran pandemia... se podría generar una regresión hasta tiempos de la declaratoria de independencia". Ello porque la Casa Blanca cuenta con esa "lista negra ultrasecreta" que explica la perturbación e intranquilidad del Legislativo, ya que se extendería más allá de los "sospechosos de terrorismo" para incluir a las personalidades e instituciones que la cábala considera "obstáculos" a sus crecientes encubrimientos. Su "neutralización", según los manuales del Ejército, incluye a "líderes conocidos o sospechosos de grupos hostiles", "líderes políticos de conocida o sospechosa hostilidad hacia los objetivos políticos y militares de EU", "oficiales conocidos o sospechosos" y "colaboradores y simpatizantes conocidos o sospechosos de colaborar con el enemigo, cuya presencia en el teatro de operaciones constituye un riesgo para la seguridad de EU".

jueves, 8 de diciembre de 2005

Tortura, terror e imperialismo

John Saxe-Fernández
La Jornada.
México 8 de diciembre de 2005.

"No puedo comentar sobre asuntos que afecten a nuestro servicio de inteligencia''. Con estas palabras Condoleeza Rice trató de evadir, durante su visita oficial a Alemania, la catarata de preguntas y cuestionamientos de la prensa europea sobre la existencia de centros de inteligencia antiterroristas financiados por la CIA y dotados de personal local. Los campos de ''internación, interrogación y eliminación de islamistas sospechosos'' desplegados por el gobierno de George Bush en Europa, en Irak y a lo largo y ancho del mundo, representan un inusitado esfuerzo por establecer un ''nuevo orden policial-judicial'', que opera al margen del derecho internacional, centrado en el uso de instrumentos públicos y ''privados'', de terrorismo de Estado.

Como resultado aumentan las fricciones y contradicciones entre gobiernos y su respectiva opinión pública. Considérese la centralidad que adquirió el tema de la tortura y el uso clandestino de pistas de aterrizaje de la CIA en Alemania, para el transporte, martirio y eliminación de presuntos terroristas. Es un asunto espinoso ante una población que sufrió los traumas -y vergüenzas-, de los campos de exterminio y terror nazi. Ahí es intenso el impacto psicopolítico de un esquema como el impulsado por el triunvirato Bush-Cheney-Rumsfeld, y esto ocurrió cuando Rice visitaba a un gobierno como el de la señora Merkel, que se esfuerza por mejorar la relación con Estados Unidos.

Los costos políticos para Merkel si se sospecha de la más leve colaboración con Estados Unidos en materia de represión y de centros de interrogatorio y exterminio, pueden ser devastadores y ella lo sabe: su gobierno conservador opera en medio de una opinión pública cuyo rechazo a la guerra en Irak persiste, junto con una creciente e indignada irritación por las operaciones ''clandestinas'' estadunidenses, las que incluyen el uso sistemático de la tortura, práctica a la que ahora parece adicto el triunvirato, la CIA y el Pentágono. El vicepresidente defiende a capa y espada los ''nuevos métodos'' tipo Gestapo que se emplean porque, dice, ''son útiles para combatir al terrorismo''. La opinión generalizada de expertos y conocedores es precisamente la contraria: la inutilidad de la información producida por el abuso físico y mental, por la humillación sexual y religiosa, de ''la persona''.

El desplome de la imagen de Estados Unidos no puede ser mayor. Hace poco el almirante Stanfield Turner, ex director de la CIA, calificó a Cheney como el ''vicepresidente para la tortura''. Mientras, el número de islamistas ''desaparecidos'' aumenta. Así se desprende de documentación proveniente de la Cruz Roja, la misma FBI, el Ejército y los documentos oficiales, que además muestran que el Pentágono cuenta con un contingente de 54 mil soldados instruidos para operaciones clandestinas de infiltración, demolición, sabotaje y capturas subrepticias, cuya ampliación promueve Rice en esta gira.

El terror de Estado por el petróleo iraquí va desde el bombardeo de civiles, las redadas y masacres continuas, el uso de armas prohibidas, hasta la tortura y el establecimiento en más de 40 países de centros para infligir dolor, tormento y angustia en la mejor tradición hitleriana.

Hace poco se informó en Estados Unidos que en Irak existen ''al menos'' mil 100 centros de tortura -algunos contratados a empresas estadunidenses-. También se sabe que operan en barcos de guerra y en aviones. Es un vasto esquema en el que, según datos recientes (Mark Danner, "Torture and Terror: America, AbuGhraib and the War on Terror", New York Review of Books, 2004, citado por W. Pfaff, en su notable What We've Lost, Harpers, noviembre 2005) participan ''agentes estadunidenses, soldados y contratistas privados''.

Para América Latina el asunto no es nuevo: millones de familias han sufrido el terror de Estado y la tortura como instrumento de ''gobierno'', como lo ilustran las actividades de la Escuela de las Américas, donde se adiestran decenas de miles de oficiales latinoamericanos en técnicas que, según el Departamento de Defensa, van desde ''la censura y las operaciones de cateo y cordón'' hasta ''el interrogatorio de prisioneros y el control del 'populacho' y los recursos''. Esto siempre se negó. Hoy es parte de una política de Estado intervencionista que considera ''obsoleta'' la Convención de Ginebra, que combate a la Corte Penal Internacional y que expone a los oficiales y responsables a la máxima pena, según la Ley Federal de Estados Unidos sobre Crímenes de Guerra de 1996, vigente. Bush, el ''comandante en jefe'', encabeza la lista de los ''involucrados'', por lo que su gobierno usa el término de ''enemigos combatientes'' como dispositivo lingüístico para evitar su aplicación. Pero, como dice Pfaff, la Casa Blanca le señala a la tropa que ''...en la guerra contra el terrorismo están suspendidas no sólo las normas internacionales y nacionales, y el comportamiento legal, sino también las normas religiosas y seculares comúnmente aceptadas como parte de la civilidad''. (p.55)