jueves, 20 de diciembre de 2007

Acoso estratégico




John Saxe-Fernández
La Jornada, México,
20 de diciembre de 2007.



“Si este sistema de misiles se pone en funcionamiento lo hará automáticamente como parte de toda la infraestructura nuclear de Estados Unidos. Será parte integral de la capacidad nuclear de EU.” Vladimir Putin describió así la médula de la iniciativa del gobierno de Bush para instalar sistemas antibalísticos, interceptores y radares en Polonia y la República Checa. Hecha ante Europa –y el mundo–, en la Conferencia sobre Política de Seguridad que se celebró en Munich a principios de año, los eventos demostraron que no fue una declaración menor: al colocar las fuerzas balísticas y nucleares estadunidenses en las puertas mismas de Rusia, la Casa Blanca intenta crear una capacidad de “primer ataque nuclear”. El propósito de corto plazo es paralizar a Rusia, por ejemplo, ante un eventual ataque de Bush-Cheney contra Irán, nación poseedora de la segunda reserva petrolera del planeta.



Pero después de que 16 agencias de inteligencia de EU dieron a conocer hace poco que Irán había cancelado su programa nuclear militar desde 2003, en contradicción con los dichos de la Casa Blanca, se derrumbó la justificación para la guerra y para el “escudo antimisiles”, erigido, según Bush, “para proteger a Europa” de un ataque iraní con cohetes. Así lo enfatizó la prensa checa y polaca en encabezados de primera página. Pero el Pentágono persiste con el “escudo antimisiles”, haciendo ostensibles dos designios de la ultraderecha militar (neocon): uno interno, centrado en grandes negocios derivados de jugosas subvenciones bélico-industriales del “escudo” y en los presuntos beneficios electorales de otra guerra durante los comicios presidenciales; y otro externo: para frenar el desplome hegemónico de EU, propiciando el control militar sobre la principal cuenca petrolera (y un insostenible “patrón petróleo-dólar”); acorralando a Moscú y China desde la OTAN y azuzando conflictos euroasiáticos, cruciales al ascenso hegemónico de EU durante el siglo XX.


Es claro que el escudo “antibalístico” de Bush es, en verdad, “una declaración de guerra de facto” contra la Federación Rusa, pues es como si Rusia hiciera lo mismo en Chihuahua y Alberta. Se induce así otra guerra fría con su carrera armamentista, la competencia por el dominio de áreas de alta tecnología –microelectrónica, espionaje satelital, “nano y bio tecnología”, etcétera– y su secuela de guerra propagandística y fortalecimiento de redes de espionaje. Pero la actual guerra fría difiere de la anterior en al menos tres aspectos: 1) el crudo antagonismo geopolítico en torno a asuntos demográficos y de recursos naturales estratégicos (petróleo, minerales, agua, biodiversidad) sustituye la confrontación ideológica; 2) con el colapso medioambiental en curso se crean otros conflictos –y oportunidades de intervención–, y 3) existe una probabilidad mayor de que, en los tiempos del peak oil, la nueva guerra fría mute en “guerra general termonuclear” (GGT) de manera vertiginosa. La inestabilidad e incertidumbre creadas por el “acoso antibalístico” son riesgosas. Yuri Baluyevski, jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas de Rusia, se refirió la semana pasada a la moratoria impuesta por Moscú al Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE). Adujo la desventaja militar que ocasiona porque EU y la OTAN lo usan para presionar a Rusia y consideró necesario “recordar”, no en estricto sigilo –nótese–, sino urbe et orbi, que el “escudo” que EU intenta desplegar en Europa “podría provocar una respuesta con un proyectil balístico intercontinental”. Luego agregó: “el lanzamiento de un proyectil antimisiles desde Polonia podría ser considerado por el sistema autómata de Rusia como el lanzamiento de un misil balístico, lo que podría provocar un asalto en respuesta” (La Jornada, 16/12/07, p. 25).


El “sistema autómata” mencionado se refiere a una postura estratégica y capacidad operativa (balística-satelital-computacional) conocida como Launch-on-Warning (LoW), desarrollada por EU, la URSS y Rusia. Aunque la documentación desclasificada es escasa, documentos del Archivo de Seguridad Nacional indican que en el otoño de 1969 Georgy Arbatov, del Instituto de Estudios sobre EU y Canadá de Moscú, comentó a Helmut Sonnenfeldt del Consejo Nacional de Seguridad de EU sobre las dificultades estratégicas de LoW. Irónico dijo que “no había problema”, porque “ninguno de los dos esperaría en caso de recibir advertencia de un ataque. En lugar de ello, vaciarían sus silos lanzando un contrataque de manera inmediata”. Años después H. Kissinger, irresponsable y con calculada ambivalencia, “aceptó y desestimó” los altos riesgos de GGT “accidental” o por una “falsa alarma” del LoW. Son contingencias advertidas por Robert McNamara y Fred Ikle con aprensión y alarma comprensibles: EU y Rusia cuentan con 13 mil armas nucleares y unos 4 mil 400 cohetes en estado de máxima alerta desde que EU anunció que ampliaría su infraestructura nuclear a Polonia y la República Checa.


El de Bush es un corrupto “acoso estratégico” con alto riesgo de catástrofe humana y ecológica terminal.

jueves, 6 de diciembre de 2007

BM: Pilatos previsor




John Saxe-Fernández
La Jornada, México,
jueves 6 de diciembre de 2007.



La crisis institucional de la pax americana se suma, junto con la energía, la pobreza y el calentamiento global, a la agenda contemporánea. Nuevas opciones financieras regionales (arreglo Chi Mai o el Banco del Sur), así como la pérdida de 88 por ciento de la cartera de préstamos del FMI desde 2002, y de 42 por ciento que afectó al Banco Mundial (BM) desde 1996, así lo indican. Agréguese la debacle moral y de derecho penal internacional, por más de un millón de bajas civiles en Irak y crímenes de guerra a granel, y se comprende lo difícil que es ocultar una criminalidad de Estado en la cual el BM, la CIA, el Pentágono y el FMI han sido pieza central.


En México, cual Pilatos previsor, el BM se lava las manos de cara a 2008. Dice que “le preocupa” la polarización social (La Jornada, 4/12/07, primera plana) y días antes se alarma por el “índice de desestabilización”. Los “índices”, parte de sus herméticos manejos estadísticos, no apantallan a una opinión pública que padece los resultados de los programas privatizadores, de ajuste estructural y de apertura comercial impulsados por el BM y sus country managers que operan desde Los Pinos y Hacienda. El lobo se dice inquieto por el bienestar y la seguridad de Caperucita, días antes de la cadena de zarpazos de 2008 pactados en el TLCAN contra millones de productores de maíz, leche, carne y frijol.


A lo largo de 25 años, el BM y FMI han jugado un papel central en la inducción de condiciones micro y macroeconómicas que afectan al aparato productivo, el empleo y el bienestar social, lo que, según Joseph Stiglitz, ex economista jefe del BM, se realiza en cuatro etapas (Memoria, junio de 2002): el paso uno “… puede llamarse con más precisión la sobornización”, es decir, el uso de empréstitos y otros dispositivos “para lograr la adhesión de presidentes y ministros para que, en lugar de oponerse a la venta de las grandes empresas estratégicas de gas, electricidad, petróleo, puertos o ferrocarriles, se inclinen a liquidarlas alegremente”.


Con las exigencias del FMI como excusa, “podías ver cómo se les abrían los ojos ante la posibilidad de una comisión de 10 por ciento, pagada en cuentas suizas, por el simple hecho de haber bajado unos cuantos miles de millones el precio de venta de los bienes nacionales” (p. 15). La venta de garage salinista (que algunos taimados “de izquierda” aconsejan seguir en Pemex por medio de contratos riesgo), valorada entre 23 y 26 mil millones de dólares, superó las privatizaciones de Yeltsin, hechas bajo impulso de EU en medio de “oleadas oligárquico-etílicas”, rematando grandes empresas energéticas, ahora recobradas.


Al segundo paso Stiglitz lo denomina “el ciclo del dinero caliente”, o sea, la “desregulación” del sector financiero, pactada por Salinas y Zedillo con el FMI para que especuladores y empresas extranjeras puedan repatriar dólares a su gusto. Así se prepara el terreno para grandes despojos, usando además instrumentos “novedosos” como el “mercado mexicano de derivados”. El Plan Brady, por su parte, facilitó a Wall Street inflar el “mercado emergente mexicano” mutando decenas de miles de millones de dólares de dudosos bonos de la deuda en valores comerciales “respetables”, al amparo de papeles del Tesoro estadunidense a 30 años: para Salomón Brothers, Meryll Lynch, Citibank, J.P. Morgan et al, las ganancias fueron fabulosas en medio de risas y champaña. La hilaridad fue mayor cuando el secretario Gurría afirmó, días antes de la macrocrisis de 1994, que la Ronda Uruguay “y la firma de acuerdos comerciales de México, en particular el TLC… ofrecerán a nuestro país un entorno favorable que debe aprovechar para sustentar el crecimiento futuro en el comercio y la inversión, alejando con ello la amenaza de otra crisis de sobrendeudamiento”. Lo cierto es que en cada ciclo “neoliberal” aumentan desempleo, despojo del patrimonio y millones migran a EU en busca de empleo.


El paso tres consiste en una desestabilización sociopolítica tal cual, pues con políticas recesivas se ataca la economía popular al alentar desempleo e “informalidad económica”, con su sector punta: el crimen organizado y el narcotráfico. A sabiendas de las consecuencias se reduce la inversión pública social y productiva, se retiran subsidios a la agricultura, se arrasa con los contratos colectivos, acelerando los despidos y acentuando la distribución regresiva del ingreso, se impulsa el alza en el precio de los combustibles (gasolinazo) y se ataca la canasta básica. Esto da lugar al paso “tres y medio” de Stiglitz: “los disturbios sociales inducidos por el FMI”.

Paso cuatro: con la nación “caída y en desgracia”, el FMI y el BM “se aprovechan y le exprimen hasta la última gota de sangre. Incrementan el calor, hasta que la olla entera explota”. (p. 15-17). En este contexto, con aval de Calderón, EU despliega sobre territorio nacional su sombrilla de seguridad (ASPAN-Iniciativa Mérida-contratistas/mercenarios), mientras sus empresas, con nuevos apoyos, se lanzan sobre “los bienes restantes” (petróleo, electricidad) “… a precios de remate”.