jueves, 28 de septiembre de 2017

De terremotos, economía y devastación neoliberal
John Saxe-Fernández, La Jornada a Jueves 28 de Septiembre de 2017.
E
l Estado no está respondiendo a esta tragedia, somos nosotros los que estamos dando la cara, dijo Monserrat González, joven de 24 años, a David Marcial Pérez (El País, 23/9/17) mientras César Deciga, de 22 años, estudiante de la UNAM, puntualizó: (E)l terremoto ha demostrado que hay mucha fuerza civil, pero falta organización. Nuestro sistema político es muy deficiente en términos de organización social. Podríamos hacer mucho más, pero toda esta energía se pierde por culpa de los políticos. Es lo mismo que pasó en el otro terremoto, el de 1985. Mi papá estuvo ahí y ahora me toca a mí. En su reflexión sobre los jóvenes, a la vanguardia de la reconstrucción, Marcial acierta al observar que estas decenas de miles de jóvenes viven su primera experiencia de acción colectiva, protagonizando una formidable y masiva demostración de solidaridad que desborda las necesidades de ayuda ciudadana después del terremoto. (Ibid)
Es una generación a la que se ha visto a “la sombra de la pasividad y el ensimismamiento digital“ y a pesar de ser muchos más que sus pares europeos y su extraordinaria movilización, sus márgenes de participación política (bajo el prianismo) han sido muy estrechos. Además, es crucial decirlo: sufren los más altos costos de un diseño neoliberal que alienta la inseguridad humana y el capitalismo de cuates que devasta al aparato productivo, que les precariza el empleo, los despoja de bienestar y les roba futuro y país.
Sin embargo, la honda tragedia del terremoto hermanó a jóvenes profesionistas y estudiantes con peones o aprendices de oficios: adolescentes que ya trabajan de albañiles, electricistas, fontaneros, que ganan apenas 50 pesos diarios. (Ibidem)
Entre la generación de 1985 y la del 2017, desde el sexenio de Miguel de la Madrid, seguido de la usurpación electoral de Salinas y el de Zedillo hasta 2000 y de ahí en adelante en medio de desaseos electorales de Fox y Calderón del PAN y de vuelta al PRI con EPN, se acentuó, como nunca antes en la historia, la capacidad de los dueños del capital en México de capturar los instrumentos de Estado al calor de un régimen acreedor a ultranza, manejado en lo macroeconómico por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por rama a cargo del Banco Mundial (BM) y el BID. No es el resultado de algo inevitable, como dice el globalismo pop, sino de una entreguista negociación de la crisis deudora de 1982.
¿Qué desencadenó la política económica vigente en los 32 años entre-terremotos? Empobrecimiento, explotación, desigualdad extrema y una brutal atrofia de la economía por las recetas contraccionistas en medio de riesgos deflacionarios: reducción de la masa monetaria y recortes a la inversión pública productiva. Bajo el FMI-BM, eliminaron subsidios al transporte, alimentos, educación, ciencia y tecnología. Con el fondomonetarismo aumentó la vulnerabilidad ante catástrofes naturales como las sufridas por la nación durante este mes de septiembre de 2017 al que llegamos con un deterioro alarmante de los fundamentos de la paz social y de la seguridad humana. Con más de 250 mil bajas desde 2007 a la fecha; poco más de 30 mil desaparecidos y Ayotzinapa y sus 43 normalistas rurales en nuestras mentes y corazones, quedó manifiesto el colapso de la seguridad humana en el país. En última instancia, dicen los voceros de Naciones Unidas, la seguridad humana significa un niño que no llegó a morir, una enfermedad que no se propagó, un empleo que no fue eliminado, una tensión étnica que no degeneró en violencia, un disidente que no fue silenciado y, además, es necesario agregar decenas de edificios, de familias y niños que no se colapsaron, desaparecieron o fueron aplastados bajo el peso de la codicia de inmobiliarias corruptas y corruptoras y de funcionarios y políticos venales e impunes. Los mismos que dieron aval al incalificable desvío de recursos a la especulación en las bolsas de valores globalizadas y al gasto no productivo (privilegiaron no el interés público sino el servicio de la deuda y el rescate multimillonario de sus cuates del Fobaproa-IPAB).
Ante la movilización e impulso de los jóvenes, recordar que es necesario detener la devastación que ocasiona la fuerza que manda a los políticos: la avaricia de la acumulación capitalista. Para el 1% la nación y la universidad son mercancías. Bienes privados y no públicos. Las trabas presupuestales son la receta del BM para canalizar funciones y bienes públicos al 1% de acá y allá. Quieren todo: tierra, trabajo y, como advirtió Alfredo Figueroa desde Aristegui-Noticias, intentan aniquilar lo poco de democracia que hay, privatizando los procesos electorales.
Los empleos se precarizan y el salario se desploma. Pero según Oxfam y datos de Forbes, la riqueza de los 15 mexicanos con más de mil millones de dólares equivalía a 25 mil 600 millones de dólares en 1996. En sólo ocho años pasó a 142 mil 900 millones de dólares.
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jueves, 14 de septiembre de 2017

Torrente imperialista II: catástrofe civilizatoria
John Saxe-Fernández, La Jornada a Jueves 14 de Septiembre de 2017.
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n medio de huracanes en Houston, Texas, el Caribe (Cuba y Florida) e inmensos incendios forestales en el estado de Washington en el noroeste de Estados Unidos, catástrofes climáticas de dimensiones y fuerza jamás registradas, según dicen los meteorólogos y climatólogos oficiales y no-oficiales, se acumula el rechazo, condena y abyección ante los negacionistas de este mundo de parte de las generaciones de hoy, mañana y de los siglos por venir. Esos hechos son sólo atisbos, barruntos, del colapso climático antropogénico en curso y de lo que a todas luces son impactos planetarios de la acumulación capitalista que, sin la urgente regulación doméstica y mundial de los gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global, aumentan su intensidad y frecuencia.
En La territorialidad capitalista en el límite, el capítulo inicial del libro Chevron: paradigma de la catástrofe civilizatoria, coordinado por Ana Esther Ceceña y Raúl Ornelas, publicado por la UNAM y conocida editorial, la investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM deja en claro que por tratarse de los combustibles fósiles, “una mercancía, un modo de vida y una materialidad…que es motor que da cuerpo, contenido y dinámica al capitalismo de nuestros días, se requiere… desentrañar y poner en evidencia la maraña completa del capitalismo”, es decir: entender el modo de estar del capitalismo y las claves mediante las cuales se forja su ser material y simbólico, su ser territorial. Desde las primeras líneas la autora va al grano y muestra al público de México, América Latina y el mundo, la naturaleza y el modus operandi de Chevron, una de las grandes fieras corporativas que desatan sobre el territorio nacional esa mezcla de codicia, entreguismo, suprema merma constitucional y torpeza geoestratégica, de los gobiernos que padece la nación desde 1982:
Texaco, hoy Chevron, devastó medio millón de hectáreas de selva amazónica buscando petróleo.Generó conflictos entre poblaciones desplazadas y asentadas. Contaminó el ambiente y dejó residuos tóxicos que han hecho perdurable el daño. Se niega a contribuir en el remedio ecológico y ha llegado al absurdo de demandar al país que recibió el perjuicio. Peor, logró que las instancias de justicia de Estados Unidos e internacionales fallen a su favor exigiendo que el Estado ecuatoriano indemnice a la empresa y cargue con sus daños.
Chevron no viene sola. Es parte de una jauría con enorme poder acumulado junto a un sistema bancario/financiero. Robert Engler en The politics of oil, 1961 (La política petrolera FCE, 1966) documentó que el big oil, de facto doma a su antojo las leyes y coloca a su disposición la maquinaria gubernamental, maneja la opinión ciudadana hacia metas que socavan la gobernabilidad pública, todo en nombre de la prosperidad y la tecnología; esa industria fue capaz de destruir la competencia y limitó la abundancia. En nombre del interés nacional ha recibido privilegios aún mayores a los otorgados a otras industrias. En nombre de la seguridad nacional influye y realiza ganancias de una política exterior que apoya el chovinismo de unos pocos en lugar de la generosidad y aspiraciones de los muchos en las áreas subdesarrolladas. En nombre de la empresa privada, contribuye al deterioro de porciones de la vida democrática, de la educación y de la moral cívica. En nombre del derecho de representación que entroniza dentro de los procesos políticos hace imposible diferenciar las acciones públicas de las privadas. En nombre de la libertad, la industria petrolera recibe sustancial inmunidad en la rendición de cuentas ante el público(p.9).
Luego del Torrente imperialistaque siguió al 11/S, la sólida evaluación de Engler se queda corta. Los antecedentes importan. Luego de la guerra Árabe-Israelí (1973) el General Wesley Clark ex-comandante de la OTAN, en varios estudios mostró que la dependencia de Estados Unidos del petróleo importado y la ausencia de alternativas energéticas (solar, eólica, etcétera) textual: “distorsionaría la política exterior, lo que llevaría a lanzar mucho dinero fuera del país y en dirección al uso de tropas de Estados Unidos en ultramar para asegurar el acceso a esos suministros…y eso fue lo que ocurrió”. “Eso llevó a la creación del Al Qaeda, al 11/S, a nuestra invasión de Afganistán y a la decisión del gobierno de Bush II de invadir a Irak, llevó al gasto de unos dos billones de dólares (a couple of trillion dollars) y más, mucho más dinero”. Según Clark se gastan 150 mil millones de dólares anuales en las guerras por el petróleo ciertamente de una manera directa o indirecta. El resto, es para desplegar tropas y proteger el acceso al petróleo.
En 1998 Kenneth Derr, gerente de Chevron, exclamó desde la avaricia de esa corporación: Irak tiene enormes reservas de petróleo y gas, reservas a las que desearía que Chevron pudiera acceder. A Derr y el big oil, se les cumplió. (continuará)
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